Estamos en fase de desescalada, de medidas urgentes, de achicar el agua y no hundirnos. ¿Conseguiremos después un transatlántico o un barco a la deriva? Las comunidades autónomas se encuentran en arenas movedizas, delegadas la sanidad y la educación, se enfrentan a un incremento exponencial de los gastos en sanidad y deberían plantear un modelo educativo diferente o adaptado a las circunstancias que requerirá recursos adicionales. Este esfuerzo titánico es imposible sin colaboración de todas las administraciones, no solo la autonómica. Sin embargo, todos están a la gresca por ver quién se lleva un mayor trozo del pastel de los 16.000 millones.

Podríamos no estar en esta situación si durante los últimos años, como han hecho Francia y Alemania, hubiésemos invertido en Sanidad y Educación un 1% más del PIB, unos 12.000 millones anuales. Es hora de repensar prioridades y actuar con coordinación y solidaridad. España necesitará también doblar la curva del desempleo y la desigualdad.

Para ello las cuentas públicas autonómicas y locales deben dejar atrás el modelo diseñado durante la crisis económica. Los techos y reglas de gasto y los límites de endeudamiento anuales estrangulan a los entes descentralizados. Las autonomías se plantearon como organismos ágiles y próximos al ciudadano, no promotores de la desigualdad (el gasto autonómico por habitante en sanidad varía entre los 1.200 y los 1.700 euros).

Es imposible negar que la financiación es el talón de Aquiles. Sin embargo, autonomías y entes locales necesitan poder abandonar los mecanismos a corto plazo de medición del déficit y de control del gasto público, y poder plantear modelos a medio y largo plazo. Los presupuestos del 2021 reflejarán las prioridades de gasto y deben abandonar los modelos incrementales. Necesitamos diseñar adónde queremos llegar y cómo. No seremos Alemania o Francia mañana, pero hay diferencias que marcan el futuro.

*Profesora de la Facultad de Economía de la Universidad de Zaragoza (Unizar) y experta en contabilidad pública.