El cultivo de la trufa, en su variedad Tuber melanosporum, la de más calidad, crece de forma continua en la provincia de Huesca, a razón de 70 hectáreas cada año, según la diputación provincial. La que hace varias décadas empezó siendo una variedad de hongo subterráneo minoritaria, confinada a la comarca de la Ribagorza, se ha ido extendiendo estos últimos años por un amplio territorio del Alto Aragón, desde la cara sur de los Pirineos a la Guarguera y la sierra de Guara.

El producto, muy demandado en la restauración de calidad, se ha convertido en una fuente de ingresos complementaria para los habitantes de las zonas rurales, en particular de las más despobladas.

«Se calcula que, por cada 10 nuevas hectáreas de truferas, se crea un puesto de trabajo», subraya David Royo, que explota una plantación de 30 hectáreas en el pueblo abandonado de Cañardo, en el Serrablo, y preside la Asociación de Recolectores y Truficultores de Aragón. Royo, que asegura que cada año se incorporan 150 nuevas hectáreas a las ya existentes, subraya que la trufa constituye un recurso económico que puede atraer a nuevos pobladores a las zonas más deshabitadas de Aragón, en particular al Prepirineo.

«Bien gestionada, la trufa puede dar vida a los pueblos, pero nos encontramos con problemas burocráticos, sobre todo a la hora de obtener permisos de riego, que desaniman a muchos de los que podrían tener interés en el cultivo», manifiesta.

SUBVENCIONES DE LA DPH

Las cifras que maneja la Diputación de Huesca apuntan a que en la actualidad existen 1.500 hectáreas truferas en toda la provincia. Realmente productivas, sin embargo, solo hay 300, dado que una plantación tarda entre 10 y 14 años en rendir frutos, en el caso de que resulte viable, pues se dan situaciones en las que la tierra, el clima u otros factores, como la proliferación de jabalís, no son propicios para la variedad.

David Royo maneja datos que apuntan a que en Huesca 2.200 hectáreas están todavía en proceso de consolidación. El problema es que es difícil saber si estas tierras acabarán dando el preciado fruto. Por un lado, el coste del vallado, de la instalación de regadío y de las propias plantas es muy elevado. Y, por otro, las parcelas requieren tanto trabajo antes de ser productivas que no todos los proyectos salen adelante.

La Diputación de Huesca, que apuesta por el cultivo de la trufa como herramienta para fijar población, concederá este año ayudas por valor de 250.000 euros a los truficultores. «Las subvenciones están muy bien, son un importante incentivo, sobre todo al principio, cuando se realizan las primeras inversiones», reconoce Royo.

«Lo que pretendemos es que, ahí donde haya posibilidades de que pueda funcionar este producto, apoyar a los cultivadores para así poder generar economías complementarias en los pueblos», indica María Rodrigo, responsable de Iniciativas y Tecnologías de la DPH.

Las ayudas van dirigidas a cubrir el 80% de los gastos y contemplan dos líneas de actuación. Por un lado, se trata de crear nuevas plantaciones, con una superficie mínima de 2.000 metros cuadrados, donde se costean los cercados. Y, por otro, en las parcelas ya cultivadas, el dinero se invierte en equipamientos de riego, pozos y otros sistemas de traída y almacenamiento de agua.

Otra forma de apoyo son las jornadas gastronómicas, como la que se celebrará el próximo 8 de febrero en Jaca, dentro del programa Trufa-te. Bares y restaurantes locales ofrecerán tapas con la trufa como ingrediente.