La residencia de Monreal (Teruel) fue la primera en detectar un brote de coronavirus fuera de Zaragoza. «El 8 de marzo empezó todo, nunca se me olvidará», recuerda Marta Rivera, directora del centro y presidenta de la Fundación Monreal -San José. Una enfermera la llamó para informarle de que un usuario que habían trasladado al hospital estaba siendo valorado como covid-19. «A partir de ahí establecimos nuestros propios protocolos: cerramos las puertas de la residencia y extremamos las medidas de higiene en un intento por desinfectarlo todo», relata. «Un termómetro, una mascarilla y una fregona con lejía fueron nuestras armas en una situación que pilló a todos a contrapié», recuerda.

«Ahora ya hay muchos protocolos, pero la primera semana no había nada. Empezamos tomando la temperatura tres veces al día a nuestros usuarios, y cada vez que había algún pico de fiebre, lo aislábamos», explica. Cerca de dos meses después, asegura, «casi la mitad de la residencia ha tenido picos de fiebre, pero desde el 27 o 28 de marzo, nuestra curva ha ido para abajo». En Monreal se sumó el problema de que el centro de salud tuvo que cerrarse al detectarse un caso positivo. «Ahí nos quedamos solos ante el peligro», afirma, y continuaron con su proceso de aislamiento y traslados al hospital.

Pero en esa «montaña rusa» que ha sido la epidemia, todavía faltaban «duros golpes» por llegar. «A la alegría de recibir pacientes de alta del hospital se sumó la inmensa tristeza de perderlos días después al no poder superar las secuelas del coronavirus», lamentó. Han muerto nueve usuarios por el coronavirus. Otro «mazazo» fue enfrentarse al rechazo de algunos vecinos. «Ibas a comprar y se apartaban de tu lado».

Hemos tenido que luchar en dos frentes: contra el virus, y para mantener el ánimo», reconoció. Hoy en día solo tienen a un paciente aislado. «Los 55 trabajadores se merecen un monumento», concluyó.

En el centro intermedio de Alfambra esta semana han dado una quincena de altas. Su director, Carlos Iglesias, indicó que quedan siete usuarios después de haber atendido a un máximo de 48 pacientes de manera simultánea. No obstante, siguen «alerta». «Pueden salir brotes y tenemos que estar preparados», insistió. Pero ya hay una enseñanza: «Si hace cuatro meses nos hubieran dicho que tendríamos que poner en marcha estos centros, coordinando personal del IASS y del Salud, realizando contrataciones en solo unos días... habríamos dicho que era imposible. Pero esta situación nos ha unido y nos ha demostrado que podemos».

En el mismo centro, Lorena Vicente, trabajadora social, se encarga de aportar calma e informar a las familias. «La sensación de angustia es muy alta: llevan muchos días sin verse y les avisan de que trasladan a su familiar, y ellos sienten que les abandonan». Su papel, acercarles todo lo posible. Por ejemplo: «Hemos conseguido grabar a pacientes y familias para que puedan comunicarse». Y, asegura, «las familias han sido claves porque han sido muy comprensivas con la difícil situación que estamos viviendo».