Agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil han decomisado en Monzón dos toneladas de productos alimentarios congelados que eran trasladados en una furgoneta no frigorífica para su distribución en distintas localidades de la provincia oscense.

Según informó el instituto armado, la carga fue interceptada sobre las 08.30 horas del pasado miércoles día 17 en un control de vigilancia de bienestar animal en el transporte, e inspeccionado posteriormente debido a las sospechas que suscitaron a los agentes las características del vehículo empleado.

Tras verificar que la carga se ajustaba a lo referido en los albaranes, los agentes del Seprona observaron que los alimentos transportados eran productos congelados que se encontraban en ese momento en proceso de descongelación, lo que los hacía inservibles para el consumo humano.

Comprobaron, además, que la furgoneta no era un vehículo frigorífico sino isotermo y que la temperatura en el interior era de cinco grados, 20 más que los establecidos por la legislación para el transporte de este tipo de productos.

Los investigadores pudieron determinar, además, que la mercancía, 2.183 kilogramos de alimentos congelados, había sido cargada a las 06.00 horas de esa misma jornada en Gerona para su comercialización en distintas poblaciones de la provincia de Huesca.

Con el apoyo de los servicios sanitarios del Gobierno aragonés en materia de calidad alimentaria, los agentes procedieron a la incautación de la mercancía para su posterior destrucción en un centro especializado.

La empresa encargada de la comercialización y transporte de estos congelados para su venta a domicilio fue denunciada por los agentes por vulnerar las condiciones establecidas para el transporte de estos productos y crear un peligro para la salud pública, y por emitir facturas sin el IVA correspondiente.

En otra provincia, la de Zaragoza, el Seprona ha realizado en fechas recientes varios servicios en los que se ha incautado de peces en mal estado de conservación. Habían sido pescados, ilegalmente, en el embalse de Caspe, que de un tiempo a esta parte se ha convertido en un nido de pesca furtiva, y se hallaban ya en proceso de putrefacción.

Los furtivos habían utilizado redes prohibidas que, al arrastrar a las capturas por el fondo del pantano y por la orilla, habían causado daños a los peces, de forma que resultaba más difícil su conservación. De no haber sido interceptados, se hubieran exportado o derivado a restaurantes para su consumo.