Emilio Perea entró por primera vez en la cárcel de Torrero como delincuente juvenil en 1975. En la galería segunda coincidió con varios miembros de la banda del Cajonero y con otros delincuentes tristemente célebres. Con varios de ellos y con algún familiar asoló en los años siguientes los bancos del sur de Teruel y del Levante, especialmente los de Valencia, sin descuidar por ello los asaltos a entidades de Zaragoza. Las bandas de las que formó parte, a las que se atribuyeron algunos homicidios, se mostraron especialmente activas en los años 80 hasta que una a una fueron desarticuladas y sus miembros condenados a penas elevadas. Algunos de los delincuentes de aquella época ya se encuentran en libertad y parecen haberse reinsertado, otros murieron voluntariamente, por droga o por enfermedades infecciosas. En las cárceles ya quedan pocos.