Paty quería verlo en directo. Escuchar cada una de las palabras del nuevo ministro de Defensa. Analizar por sí misma los matices de su voz. Anotar los "hechos" que ella ya conocía, y que se convertían en "oficiales" en la voz de José Bono.

Diego tampoco se conformaba con la interpretación de la prensa. No estaba dispuesto a esperar para leerlo al día siguiente, ni a quedarse con los resúmenes que ofrecen radios y teles. Por eso fueron juntos el miércoles al Congreso para seguir la comparecencia del ministro ante la comisión de Defensa. En directo, por circuito cerrado de televisión, escucharon, "por fin", la verdad del accidente del Yakolev 42, que costó la vida a 62 militares españoles que regresaban de Afganistán el 26 de mayo del 2003.

Paty y Diego se han ido haciendo amigos en el último año, unidos por el dolor de haber perdido a un padre militar. Y por la indignación de verse despreciados por los mandos y por el Gobierno cada vez que pedían explicaciones por un accidente casi anunciado. Paty tiene 17 años, y es huérfana del comandante José Manuel Ripollés. Diego, de 16, perdió a su padre, el comandante Antonio Novo, en el mismo accidente.

Ambos escucharon, pegados a la tele, las explicaciones de Bono. Y los dos se indignaron con el portavoz del PP en la comisión de Defensa. Fernando López-Amor seguía defendiendo la gestión que el anterior ministro de Defensa, Federico Trillo, hizo del accidente.

Dura crítica

"Me sentó muy mal", dice Paty. "Entiendo que traten de respaldar a Trillo porque es del mismo partido, pero nadie con corazón puede negar la verdad. No sé cómo tienen cuerpo de negar cosas ya probadas". Diego opina prácticamente lo mismo: que el exministro "debe entregar su escaño". Paty lo dice más crudo: "Debe pagar su crimen. Es indecente que continúe representando a una parte de los españoles".

Ambos jóvenes son partidarios de una comisión de investigación. La reclaman la mayoría de los familiares. Están satisfechos con la "oficialización" de la verdad, y con la apertura de diligencias judiciales por parte de la Fiscalía del Estado. Pero les parece insuficiente. Les tranquiliza que los responsables militares hayan sido relevados de sus cargos, pero estiman "intolerable" que los políticos que dirigían entonces Defensa no les acompañen.

Pero Diego y Paty no son los más resentidos. Ellos, al menos, tienen la certeza de que han enterrado a su padre. El comandante Novo descansa en Salas (Asturias) y el comandante Ripollés, en Burgos. No es el caso del valenciano Francisco Cardona. El no pudo asistir a la incineración de su hijo. Ni siquiera la decidió. El cuerpo del sargento mecánico Francisco José Cardona Gil, de 29 años, fue reducido a cenizas en Zaragoza. Por error. "Se lo entregaron a otra persona", lamenta Francisco, cargado aún de rabia. "Me mintieron sobre la identificación. Y Trillo, en persona, me increpó en el funeral conjunto del 28 de noviembre. Fue a las 18 horas y 7 minutos. Sus disculpas de ahora no me sirven. Tiene que pedirme perdón a la cara, a la misma distancia, a medio metro".

Francisco hace pocas concesiones, no está para agradecimientos: "Bono está haciendo lo que toca, contar la verdad, lo que no hizo el anterior Gobierno". El no estará tranquilo hasta que terminen las identificaciones y cada familia sepa que enterró a su muerto. "Ni ellos pueden descansar tranquilos", concluye.

Ana Ochoa tiene motivos, como los demás familiares, para quejarse. En su caso, alguno más. Es la viuda del sargento primero Miguel Angel Algaba. Viuda de hecho, porque nunca pasaron por la vicaría, a pesar de compartir años de convivencia y dos retoños de 4 y 2 años. Ahora dos huérfanos. A ellos, el Estado les reconoce el derecho a una pensión de orfandad. A ella, nada.

Viuda de hecho

"Al tercer día de tomar posesión del cargo, el ministro Bono me prometió que tendría mi pensión", recuerda Ochoa. Pero por ahora, no ha llegado. De todas formas, está satisfecha porque "por primera vez un ministro de Defensa dice lo que nosotros ya sabíamos". Para todos ellos, la comparecencia de Bono fue una especie de liberación. "Es que parecíamos una cuadrilla de viudas locas, que nos estuviéramos inventando las cosas que ahora se saben ciertas", recuerda Ochoa.

"Empezamos a ver la luz", dice satisfecha, después de saber que el fiscal general del Estado ha ordenado abrir diligencias. Pero no renuncia, como la mayoría, a una comisión de investigación parlamentaria. Y le duele que el PSOE, "que la apoyó hasta hace tres meses", no haga bandera de su constitución desde el Gobierno.

Milagros Ordóñez comparte situación irregular con Ana Ochoa. Hay dos viudas de hecho más entre los familiares de las víctimas del Yak. Perdió al teniente coronel José Ramón Solar en ese accidente. Hacía siete años que compartían techo, pero no firmaron contrato. La ley reconoce el derecho a una pensión a su anterior esposa.

La pensión no significa tanto para Ordóñez como para Ochoa. Ella trabaja y no tuvo hijos con su compañero. Pero la califica de "reconocimiento moral", por eso no renuncia a pleitear para lograrla. Lo que más le sigue indignando es saber que se pudo haber evitado. "José Ramón me lo dijo al aterrizar en Kabul. Que aquél era un avión de desguace. Hizo una nota de queja... y dijeron que se quejaba de vicio". "El señor Bono --siempre le nombra así-- está dando la vuelta a la tortilla". Ahora quiere ver a los responsables pasar por el juzgado.

"Esta nueva etapa es un descanso --dice Ordóñez-- . Y hay que seguir viviendo". La joven Paty, más combativa, concluye: "Los muertos no descansarán en paz hasta que descansemos".