La recuperación de los hábitos con cada fase de la desescalada lleva a comprobar que las cosas han cambiado por completo. Enfrentarse a salir a la calle, volver al trabajo o recuperar la vida social con el riesgo y el temor a un posible contagio, es una obsesión que ronda las cabezas. No es un concepto nuevo para los médicos y los psicólogos que tratan con pacientes con Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) desde que esta enfermedad empezó a conocerse en profundidad en los años 80.

«Una de las obsesiones más frecuentes en el TOC está relacionada con la limpieza y el temor al contagio. Coincide que el estímulo real que hay fuera está vinculado con eso, con la posibilidad de contagiarnos», indica la psicóloga Ana Lozano, de la Asociación Aragonesa pro salud mental (ASAPME).

Actualmente, se estima que esta patología afecta al 3% de la población, casi 40.000 personas en Aragón, muchos de ellos no diagnosticados. La intensidad de las obsesiones se escapa al control de la persona, no son ideas que están presentes con cierta recurrencia, sino que ocupan todo el espacio mental. Además, los rituales que adoptan para sobrellevarlos llegan a condicionar su vida. «Hemos notado un cierto repunte de gente que llama porque al reincorporarse a la rutina diaria, tiene cierto miedo a salir. Una respuesta bastante frecuente en personas que sufren obsesiones es evitar enfrentarse a lo que les genera miedo», añade Lozano.

En la población general se han extendido más las preocupaciones de corte hipocondriaco. Los mensajes higiénico sanitarios difundidos a través de las instituciones han afectado a aquellas personas que tenían una vulnerabilidad pero que no habían desarrollado la enfermedad. «En la experiencia clínica que he tenido con mis pacientes en consulta, un porcentaje no muy bajo, más bien elevado, ha sufrido un ligero empeoramiento o alguna recaída. En muchos casos, expresan un precipitante o un momento que les ha estresado y ha activado la enfermedad. Es probable que algunas que estaban en el límite de la enfermedad hayan podido debutar en estas semanas», afirma José Antonio Aldaz, representante del Colegio Profesional de Psicología (COPPA).

El tratamiento adecuado para estos casos es la Exposición con Prevención de Respuesta (EPR) y va justo en esa línea. Entrenar a la persona a una técnica de relajación para que se enfrente al estímulo. «Cuando el TOC se complica con cuadros depresivos o de ansiedad por la interferencia en la vida cotidiana la primera elección es el EPR, aunque puede utilizar un poco de medicación para neutralizar el efecto, bien sea antidepresivos o ansiolíticos», apunta José Antonio Aldaz.

El confinamiento y las restricciones sanitarias no han impedido el tratamiento de estos trastornos y el diagnóstico de nuevos casos. «Las terapias a través de videollamada han funcionado bastante bien, con muy buena evolución, e incluso hay pacientes que han iniciado terapia durante el confinamiento. Ahora pretendemos recuperar la presencialidad, ya que, el contacto cara a cara siempre favorece al profesional y al paciente, aunque hay algunos que prefieren seguir manteniendo el distanciamiento social», aclara Ana Lozano.

El coronavirus ha comportado un cambio radical en la rutina de todas las personas. El fin de la crisis sanitaria traerá consigo una crisis económica, social y psicológica, que dificultará el regreso a las costumbres que teníamos anteriormente. «Dentro de las enfermedades psiquiátricas, el TOC es una de las que más ocultas se encuentran, mucha gente vive con sus rituales y haciendo sus comprobaciones y no llegan ni a consultar, lo viven con mayor o menor sufrimiento pero lo asumen como algo normal de su vida cotidiana. Es una patología que llega menos a las consultas», concluye Óscar Ortega, psiquiatra de ASAPME.