Un oasis en medio de la capital. Pequeñas casas bajas, calles estrechas. Una amplia zona verde en su centro. Muchos escolares. Parece una zona bucólica en el corazón del barrio de las Delicias, pero la vieja Ciudad Jardín nota los achaques de la edad. Tras más de 80 años ofreciendo encanto, la degradación de las aceras y la falta de planificación de sus reformas particulares le han hecho perder parte del carácter original. Por eso piden un lavado de cara que les devuelva la imagen idílica que los paseantes se forman en su imaginación al recorrer sus calles.

Ciudad Jardín es uno de los barrios más singulares que tiene Zaragoza. Se proyectó en los años previos a la guerra civil, con la intención de ofrecer un entorno asequible para el disfrute y el desarrollo social los obreros que empezaban a llegar a la ciudad provenientes del exilio rural. Sin embargo, la contienda cambió los planes iniciales y durante tres años las pequeñas casas (de entre uno y dos pisos, todas con amplias zonas de huerto) sirvieron como alojamiento para soldados italianos.

Fue a partir de 1939 cuando los pioneros de Ciudad Jardín entraron en sus casas. Una de las primeras familias que se instaló, en la calle Franco y López, pagó 60.000 pesetas. Las únicas edificaciones cercanas eran los primeros bloques de la Universidad de Zaragoza y los almacenes del del parque móvil de Ministerios Civiles en la avenida de Valencia. El hospital Clínico no se inauguró hasta medidos los años 70. Un trolebús ofreció servicio desde la plaza Santa Engracia durante todos los años 40. La carbonería, ultramarinos, los colegios, el bar La Parada, la farmacia y la zapatería servían para animar la vida en la zona.

EL CLUB DE HALTEROFILIA

Se conservan de aquellos años las aceras, los postes de la luz y buena parte del arbolado. Como en un viaje en el tiempo el popular bar Montesol (con sus patatas bravas de referencia) se mantiene firme contra viento y marea. También aquellas construcciones que marcaron la modernidad del proyecto: la piscina San Fernando con su club de halterofilia, que ahora presta servicio como gimnasio.

El presidente de la agrupación vecinal, Jesús Fuentes, se mudó a la zona hace 22 años. Es de esas personas que durante toda la vida miró con envidia a los vecinos de Ciudad Jardín. Así, que aprovechando que su hermana vivía por allí, compró una de las pocas viviendas que van quedando libres. «Imprime carácter», reconoce. Y eso que ya se ha perdido aquel ambiente de unidad de los primeros tiempos.

La zona sigue teniendo mucha demanda, a pesar de que acusa el deterioro. Por eso reclaman ante el Ayuntamiento de Zaragoza que atienda a la condición de zona protegida del distrito de Delicias. Existen unas características constructivas que no se deberían diluir entre las acciones individuales de los vecinos. Esos tejados desparejados, esas fachadas con diferentes motivos decorativos, esas verjas de alturas dispares. «A veces la ordenanza solo dificulta las reformas necesarias y deja que los que desvirtúan el conjunto no tengan problemas», lamenta.

El movimiento vecinal comenzó también en los años 70. Al comienzo su lucha fue intensa, organizaron algunas fiestas en la plaza Domingo Sabio. Sin embargo, el envejecimiento de sus miembros y el desencanto han restado intensidad a unas reivindicaciones que siguen vigentes: hace falta retirar el cableado aéreo, pintar más pasos de cebra, evitar el problema de la ocupación irregular de alguna parcela o solucionar el problema de los aparcamientos.

Por eso Fuentes espera que se consolide el relevo generacional. Ciudad Jardín podría convertirse, puestos a imaginar, en aquel espacio utópico y moderno que se proyectó en los años 30. Haría falta una intervención integral, procurar zonas verdes y rehabilitar los rincones más degradados.