Juntas vecinales que se alargan hasta las tantas de la madrugada para seguir debatiendo el primer punto del día por la impuntualidad de los nueve propietarios. Esta es una de las numerosas anécdotas ocurridas en Zaragoza y que se narran en el libro Vecino de Guardia, escrito por los periodistas Javier Ronda, especializado en sucesos y tribunales, y Marián Campra, directora de comunicación en varias organizaciones.

Los autores presentaron su libro en Zaragoza y contaron con la colaboración del Colegio de Administradores de Fincas de todo el país, que ha sido la fuente fidedigna para encontrar las historias publicadas. Aragón ha sido una de las comunidades «con más implicación en este proyecto», dicen.

Los autores explican que cuando recabaron la información se dieron cuenta de que «es un trabajo sociológico que te permite ver que las situaciones en todas las comunidades son similares, pero son muy distintas las reacciones de los ciudadanos», aseguran. Así, conforme fueron descubriendo historias «la sorpresa y la perplejidad crecían», señalan.

Entre las situaciones vecinales «reales» se han encontrado en Zaragoza con carteles colocados en los rellanos como este: A la vecina agraciada sexualmente se le solicita disminuir su actividad nocturna o realizarla de una forma menos ruidosa, muchas gracias. Un mensaje que tuvo respuesta: A la vecina desgraciada sexualmente que puso el cartel, si quiere le dejo el número del chorbo que me visita. Así le hace compañía las noches que no puede descansar.

A la conclusión que llegan los autores, según Ronda, es que el motivo principal de disputas y trifulcas es el ruido. «Cada ciudadano da una importancia diferente a lo que es molesto y lo que no. Por ejemplo, cuando se quejan de la vida amorosa intensa lo que para un vecino es una falta, para otro no lo es», explica. El estilo de vida evoluciona y, según Ronda, «a todos nos gusta estar en casa y en calma porque nuestra vida laboral nos obliga cada vez a estar más tiempo fuera de ella, dice.

También en otra comunidad de vecinos de la capital aragonesa, dos inquilinas llegaron con «notoria actividad nocturna». La presidenta, harta del ruido y de que llamaran a su piso por confusión, decidió convocar una junta urgente para echarlas del edificio. A dicha reunión acudió una de las chicas y que, después de que expusieran sus quejas, le contestó a la presidenta: «Con lo bien que se lo pasa su marido cuando se pone mis bragas rojas en la cabeza». La historia terminó con la presidenta de la comunidad divorciada y las dos inquilinas, fuera del edificio.