Fraga recuperó ayer de nuevo una de sus tradiciones más arraigadas. Un cuadro clásico fue el protagonista del homenaje que cada año rinden a les dones de faldetes, las mujeres de la localidad que hasta finales del siglo XX vistieron a diario la indumentaria tradicional del municipio. Así, la obra costumbrista La boda de Fraga, de Miguel Viladrich, sirvió como nexo de unión de una jornada festiva que cada año reúne a un mayor número de vecinos y turistas. «Esta es una fiesta de exaltación de la cultura popular y las raíces», destacaron desde el consistorio.

Con el hilo conductor del casamiento tradicional que Viladrich pintó hace cien años, en las calles del casco viejo se pudieron presenciar estampas costumbristas y antiguos oficios. Además hubo una ronda de jotas y de gaitas aragonesas, una feria de artesanía y mucha animación infantil.

Uno de los momentos más bonitos de la celebración de la boda fragatina es la salida de los novios de la iglesia. Son recibidos con una lluvia de caramelos (confits i peladilles), como manda la tradición. Las últimas escenas del enlace tuvieron lugar en la plaza de España. Fue el momento del baile, con valses y jotas. Los retratos de los novios con familiares pusieron fin a la representación.

Las jornadas gastronómicas que desde hace algunos acompañan a los actos tuvieron de nuevo una gran acogida. Los restaurantes y bares de la localidad prepararon platos y tapas especiales asociados a la celebración. Además, desde la oficina de turismo de la localidad se realizaron rutas guiadas por los diferentes escenarios para que ninguno de los visitantes se perdiera ni un detalle de la fiesta.