A Jesús Gil se lo llevaron en volandas los angelitos de San Rafael al exclusivo purgatorio donde los tiburones inmobiliarios blanquean sus almas como blanqueaban en vida la pastizara de los maletines. No digo más. Lo mejor es abstenerse de opinar sobre el finado (por aquello de que está feo hablar mal de los que han muerto), cambiar de tercio, dejar el tema funerario y pasarse directamente a la actualidad nupcial, que viene divina.

Las bodas reales obnubilan al personal. Como además el republicanismo se ha convertido en una simple condición estética, somos muchos los que nos asomamos con cierta ironía benévola a estos fastos que el otro día empezaron en Copenhague y este sábado alcanzan su clímax en Madrid (ya sé que son dos saraos distintos, mas a mí me parecen un único y extenso festival; como el de la Eurovisión pero en plan Sissí Emperatriz). Los monarcas, ya que no gobiernan, nos entretienen con sus representaciones: esas damas tan elegantes y adornadas, esos altos caballeros vestidos de almirantes (que yo les alabo el gusto pues también me disfracé de cabo de Marina, con pito y todo, el día de mi primera comunión y me lo pasé de miedo). En fin, mucho mejor que una entrega de los Oscar.

Es preferible entretenerse con las crónicas sociales que sufrir por el aumento de la inflación o esa caída de las bolsas que nos tiene a los inversores acongojaditos perdidos. En cuanto a la política, más valdrá tomarse las cosas con calma y esperar a ver qué pasa a la vuelta del verano. Para entonces el nuevo Gobierno socialista estará ya aposentado y tal vez el PP, desengañado definitivamente por las elecciones europeas, acceda a bajarse del berrinche y centrarse de una vez (digo centrarse en todos los sentidos del término). Pues si los populares no se centran se lo van a poner dificilísimo a los señores del PSOE a la hora de dialogar, consensuar y tal.

Se viene asegurando que el cabreo de buena parte de los señores del PP viene de que, al haber perdido elecciones y Gobierno, se han caído de las listas de invitados a la boda del Príncipe, (¡ellos que ya habían encargado vestidos de largo, chaqués y otros artefactos!). Un problema, sin embargo, que tiene fácil solución: les venden los arreos a los socialistas que les han sustituido en los altos cargos y así no se desperdicia el guardarropía. Paro eso, caramba... para eso está el diálogo.