Resulta inimaginable que hoy en día alguien pueda permanecer alejado del revuelo mediático, de las redes sociales o de las nuevas tecnologías. Pero hay quien lo consigue. Ya son trece años los que lleva el sacerdote Francisco Barronuevo viviendo como un ermitaño, tres en Francia y diez en la ermita de Constantín de Purujosa (Zaragoza), donde el pasado 14 de septiembre hizo sus votos perpetuos con motivo del décimo aniversario.

Para Francisco, vivir de forma solitaria no es alejarse del mundo, «sino estar presente de otra manera» y explica que «es un medio de estar más cerca de Dios y tener una vida de contemplación y oración». Por unos minutos, el sacerdote rompe con la desconexión y hace una excepción para hablar con EL PERIÓDICO y contar en qué consiste una vida aislada del mundo.

Alimento nunca le falta. Francisco bromea y reconoce que los visitantes le dicen «¡pero si hasta estás gordo!». Por lo general, la gente que va a verle le lleva comida, incluso alguna vez ha tenido la posibilidad de repartir entre los pobres lo que recibe o lo ha donado a organizaciones como Cáritas. De vez en cuando realiza una salida para predicar el retiro por petición de otros sacerdotes y admite que aprovecha «para volver con el coche lleno de víveres», pero que en diez años todavía no ha tenido la necesidad de comprar comida.

Por el momento no ha sufrido graves problemas de salud que le hayan obligado a ir de urgencia al hospital. «Cuando volví de Francia, antes de venir a Purujosa estuve un año en Getafe sin ser eremita en el que estaba continuamente con gripe», comenta entre risas, «pero desde que estoy aquí no he enfermado». Ni tampoco tiene miedo de loque pueda llegar a ocurrir. «Uno no tiene que estar previniendo si pasa algo, sino vivir en el día a día con amor y confianza y, cuando se vayan presentando las cosas, si es que se presentan, afrontarlas», comenta Francisco. «Mi vida no está definida por la inquietud, la angustia o el miedo, sino por la alegría, el amor y la confianza».

Curiosidades

Como anécdota cuenta que una vez cogió la varicela. «La gente me veía con granos y me llevaron al centro médico de Illueca donde me dijeron que tenía que estar en cuarentena», dice Francisco. Para él no supuso un gran problema ya que se encerró en la ermita. «Lo único malo es que no pude atender a los que venían a verme», lamenta. Aunque no le gusta darle importancia, Francisco duerme en una cama de madera. Cuando le preguntan por qué, él responde que «de este modo doy gracias a la vida y bendigo a tanta gente que sufre, que a lo mejor no se acuesta en una cama o no tiene donde dormir porque está en la calle».

Para el sacerdote es una forma de sentirse más próximo a aquellos que sufren y además «una vez que te acostumbras se duerme muy bien», dice entre risas. El día a día de Francisco está marcado por la oración, la lectura de la Biblia y el estudio de la Teología, la vida espiritual y la Filosofía, que le ayuda a «buscar la verdad en todos los ámbitos de la vida» y a acercarse a «los grandes autores, literatos y poetas» que también le ayudan «a vivir esta dimensión espiritual», puntualiza.

No usa ni Twitter, ni Facebook ni ninguna de las redes sociales en las que incluso el Papa Francisco tiene una cuenta. «Hay que desprenderse un poco y no estar tan atrapado en el mundo de la comunicación más externa», recomienda, «esto ayuda a madurar como persona, a descubrir valores profundos, quiénes somos, cuál es la razón de nuestra vida, descubrir en el silencio la soledad de que no estamos solos». Estas son las palabras que Francisco dirige a aquellos que sienten una dependencia a internet y no son capaces de desconectar del nuevo mundo digitalizado. «Hay que ser más libre de tanta exterioridad», advierte.

Barrionuevo se aplica estos consejos y en sus trece años de aislamiento no se ha arrepentido en ningún ocasión, «ni siquiera he sentido la necesidad de replantear mi existencia», reconoce. Francisco tiene «días con más ganas que otros», pero aun así recuerda que una vida como la suya «se apoya ante todo en la fe, es un proceso interior, un camino de lucha que se vive desde el amor».