Manos Unidas nació hace 60 años como Campaña contra el Hambre, entendiendo desde su fundación la estrecha vinculación entre el trabajo por el desarrollo y la imperiosa necesidad de impulsar el reconocimiento y respeto de los Derechos Humanos para todas las personas. Las mujeres que impulsaron el nacimiento de Manos Unidas denunciaban en 1968 el incumplimiento de los derechos humanos, pese a que estaban legalmente reconocidos. Denunciaban el incumplimiento del derecho a la alimentación, al trabajo, a la educación, a la libertad de residencia, el derecho de los seres humanos a su propia dignidad.

Actualmente, pasados 60 años, sigue siendo necesario el impulso de los derechos humanos conculcados a millones de personas que viven en la miseria, pasando hambre, que no tienen acceso a la educación o a la salud, o son excluidos de la participación social o política en sus comunidades, puesto que los Derechos Humanos constituyen un todo, son interdependientes y la realización de cada uno de ellos está condicionado y condiciona al resto. Por eso, actuamos para transformar la realidad de injusticia con un «enfoque de derechos», porque no es posible garantizar un derecho aisladamente.

En estos momentos, las cifras de la pobreza son escandalosas: 1.300 millones de seres humanos, según la ONU. Es cierto que, en los últimos años, a nivel global, millones de personas han salido de la pobreza extrema, el acceso a la educación de niños y niñas es casi universal y ha mejorado el acceso a la salud.

Pero todavía para millones de personas el desarrollo integral sostenible es un imposible. Podemos citar algunos datos: 821 millones de personas pasan hambre (la población de Europa y Estados Unidos junta); el 98% de estas personas viven en países en desarrollo y el 70% son mujeres. Hay 151 millones de niños menores de 5 años con desnutrición crónica. El hambre mata cada año a más personas que el sida, la malaria y la tuberculosis juntas.

Estos datos, son fiel reflejo de los rostros de la pobreza; porque no son solo números que se citan, detrás de estos datos hay personas que sufren, personas sin derechos y sin voz. Rostros de niños y niñas; de jóvenes desempleados; de indígenas y campesinos expulsados de sus territorios; de trabajadores mal retribuidos; de marginados y hacinados urbanos, de ancianos excluidos de la sociedad y el progreso y, sobre todo, son rostros de mujeres. Todavía, en pleno siglo XXI, millones de mujeres en muchos países del mundo corren el peligro de ser víctimas de trata de personas; de trabajo forzoso, esclavitud sexual; de servidumbre domestica; de matrimonios infantiles pactados….

Acabar con el hambre y la injusticia no es una utopía sino una decisión que tiene que ser tomada por quienes dirigen los gobiernos, pero también, por cada una de las personas que habitamos nuestra «casa común». Acabar con el hambre se puede conseguir y en Manos Unidas lo afirmamos con otros datos: en el último año, aprobamos 570 nuevos proyectos de desarrollo; en los últimos 10 años, hemos apoyado 6.241 proyectos y en nuestros 60 años de historia, hemos financiados más de 31.000, gracias al apoyo de los españoles.

Miramos al futuro con esperanza e ilusión, e invitamos a todos cuantos quieran, a unir sus manos a las nuestras.