Una investigación del Grupo I de Estupefacientes de la Jefatura Superior de Policía de Aragón desarrollada en abril del año pasado se saldó con el arresto de tres hombres de origen colombiano y la intervención de 224.653,17 euros en droga que tenían almacenada, supuestamente, en el interior de un trastero. Ayer, los tres se pasaron las llaves de dicho desván como si fueran jugadores de fútbol y así evitar asumir responsabilidad penal sobre la propiedad de dichas sustancias estupefacientes -cocaína, LSD, marihuana, anfetaminas y MDMA-. Afrontan 11 años de cárcel cada uno.

De los tres encausados, uno de ellos, John Alexander M. R., era el más relevante, ya que el día de su detención admitió ser el dueño de la droga, pero ya en la cárcel denunció por amenazas a uno de sus compañeros de banquillo, Milton Seir A. G. Explicó ante el tribunal provincial que mintió. «El día del arresto coincidimos en los calabozos y este me dijo que no me preocupara, que habría un abogado que me sacaría, así que dije que era mía porque me acogió y dio de comer cuando llegué de Colombia a tener un futuro mejor», señaló a preguntas de su abogada, Laura Vela.

Añadió que cuando se vio en la cárcel, pasó el tiempo y se enteró de lo que le pedían, decidió de cambiar el letrado que en ese momento le pusieron para decir la verdad. «Ahí comenzaron las amenazas, yo ni sabía de la existencia de dicho trastero», dijo.

Este joven, que se encuentra en situación irregular en España, era el que conducía el turismo en el que iba Milton Seir A. G. el día que fue detenido. Según los agentes que realizaron las vigilancias, el día de su arresto entró al trastero, con las llaves en la mano y salió del mismo con 200 gramos de cocaína.

Pero esa rotundidad policial trató de ser cuestionada por parte de este encausado defendido por el letrado Alejandro Sarasa. Aseguró que él no sabía nada de lo que había en el trastero. Que lo alquiló el otro de los encausados, Luis Octavio R. R., y que se lo cedió para guardar sus enseres durante el mes de alquiler que había pagado y que no empleaba. Del contenido del mismo rechazó saber lo que había y explicó que la droga que intervinieron era para su consumo.

El que era inquilino del trastero, que empleaba para guardar material y herramientas de construcción y pintura, con los que se ganaba la vida, aseveró que en el momento de los hechos no lo usaba. «Le dejé las llaves y ya no supe más», señaló a su abogado, Alejandro Giménez.