«Cómo voy a plantearme ser madre si no tengo trabajo estable, el banco no me concede un crédito para comprar una vivienda y en el trabajo de mi pareja creen que habrá despidos». La protagonista de esta reflexión -escuchada por un servidor en un parque infantil- es una mujer de unos 35 años, que confesaba a una amiga una preocupación común entre los jóvenes (y no tan jóvenes). El dilema vinculado a la maternidad crece en un momento en el que parece que tenemos de todo menos lo que realmente deseamos.

Ella bien podría ser el espejo en el que se miran miles de mujeres que han crecido con la obligación de ser la hija que quisieron sus padres, la trabajadora que quiere la sociedad y la madre que todas desearían ser. Pero ese empeño se torna casi en una utopía, que, sin embargo, puede conducir a la frustración o a tirar la totalla definitivamente.

Esta reflexión viene a cuento de los datos publicados la semana pasada y que prácticamente pasaron desapercibidos entre la vorágine de la negociación con ERC para la configuración de un gobierno en España, las elecciones del brexit y la cumbre del clima. Las cifras a las que me refiero señalan que entre enero y junio del 2019 nacieron en Aragón 4.615 bebés, la cifra más baja de los últimos 20 años. El dato ya de por sí es preocupante, pero lo que verdaderamente transciende del dato es que la tendencia parece imparable: la natalidad ha caído en la comunidad más de un 20% en los últimos 8 años.

Desde una perspectiva histórica, hay que remontarse hasta 1979 para encontrar en Aragón un índice de fecundidad superior a dos hijos por madre. Entonces, nacieron 15.638 aragoneses y en el 2018 lo hicieron tan solo 9.977, lo que deja la tasa de fecundidad en 1,29. Y la causa no es precisamente la voluntad de las mujeres.

La secuencia de la natalidad en Aragón discurre paralela a las circunstancias económicas que vive la comunidad. Tanto es así que desde el 2008, año en el que comienzo la devastadora crisis económica, el número de nacimientos no ha dejado de caer en Aragón. Antes de la recesión nacían 13.675 niños, casi 4.000 más que ahora.

LAS CAUSAS

Las razones que están detrás de este desplome de la natalidad en la comunidad pivotan sobre tres cuestiones fundamentales: la situación de un mercado laboral, marcado por una elevada temporalidad e inestabilidad, la reducción de mujeres en edad fértil por la dificultad de conciliar la vida laboral con la familiar y la búsqueda de un equilibrio vital que parece muy lejano. Este cóctel tiene como resultado que cada vez más mujeres renuncian definitivamente a la maternidad. A todo ello se añade la salida de inmigrantes durante la crisis económica, un colectivo que contribuye de forma importante al incremento de nacimientos.

Esta situación debería inquietar a los responsables políticos de todo el país, en general, y de Aragón en particular. Por ello, no estaría de más que tanto el futuro Gobierno central como el autonómico articulasen medidas encaminadas a solucionar a un problema que, a largo plazo, puede llevar a un callejón sin salida.

Ayudas económicas, impulsar la conciliación, mejorar las condiciones del mercado laboral penalizando la precariedad, principalmente en las mujeres, equiparar los permisos de paternidad y maternidad y fomentar las guarderías públicas podrían contribuir a frenar la sangría de la natalidad en Aragón.

Porque un territorio es rico por su población y su potencial. Y eso, quizá, se esté perdiendo de vista. Más ciudadanos también es más mano de obra, más cotizaciones a la seguridad social, menos despoblación y envejecimiento. Y más futuro. Precisamente, el futuro que esperaba esa joven de 35 años que confesaba que su deseo de ser madre se esfumaba.