La vida está llena de segundas oportunidades, incluso de terceras, pero en la mayor parte de los casos el miedo al fracaso es una losa demasiado pesada como para tratar de intentarlo de nuevo. Y ese es uno de los dilemas al que se enfrentan los miles de jóvenes aragoneses que un día, sin nada que perder, se fueron a probar suerte lejos de esta tierra. Muchos de ellos siguen en países como Reino Unido, Alemania, Irlanda o Italia. Allí encontraron lo que se les negó en España: trabajo, expectativas, un salario digno y estabilidad. Pero, a pesar de ello, raro es el día que muchos de ellos no piensan en la vuelta, en el regreso a casa.

El contexto económico y social ha mejorado relativamente en España, un país que superó el 26% de desempleo y que ha logrado reducir a casi la mitad ese drama. En Aragón, por ejemplo, la proporción de parados se reduce hoy a uno de cada 10 activos, lo que ha provocado ciertos déficits y desajustes en el mercado laboral. Las empresas buscan ahora perfiles que casi no existen porque hubo una generación que optó por emigrar. Y se perdió la oportunidad de cultivar uno de los activos más valiosos para cualquier sociedad: el capital humano.

Un estudio de CCOO en Aragón sobre la juventud pone negro sobre blanco la situación que atraviesa la comunidad. El colectivo de aragoneses de entre 16 y 34 años se redujo en casi una cuarta parte desde el 2009 al 2018. Es decir, los años de la crisis arrastraron a miles de jóvenes y, a partir del 2013, la recuperación de la economía no ha conseguido, ni por asomo, compensar esa fuga de potencial talento. En una década, Aragón ha perdido más de 81.000 jóvenes. Y recuperar todo ese caudal es francamente complicado. Además, entre el 2009 y el 2018, la ocupación de los jóvenes ha disminuido un 29,3% (57.200 ocupados menos), mientras que entre los 35 y los 44 años se ha reducido un 2,1% y en las personas mayores de 45 años ha aumentado un 22,9%.

Retorno de talento

Con este escenario, el Gobierno de Aragón se ha puesto manos a la obra para tratar de buscar una solución a esta sangría. Hace poco más de un año activó el Plan de Retorno Joven, una loable iniciativa con la que se trata de dar facilidades a aquellos que se fueron y que no han vuelto. A grandes rasgos, el plan ofrece asesoría laboral y psicológica para afrontar el retorno, pero también destina ayudas, que pueden alcanzar un máximo de 3.000 euros por beneficiario, para gastos de alquiler (los dos primeros meses), desplazamiento y mudanza, entre otros. Asimismo, dispone de recursos para asesorar a los que quieren emprender y contactos con más de 50 empresas interesadas en integrar a estos jóvenes en sus plantillas.

Sin embargo, resulta poco edificante predicar sobre algo sin llevarlo a la práctica. Que la tasa de desempleo entre menores de 25 años en Aragón se sitúe por encima del 27% --según los datos del tercer trimestre de la Encuesta de Población Activa (EPA)-- demuestra que las políticas desarrolladas para mejorar la vida de los jóvenes están cercanas al cero. Cifras como esta explican el lógico temor a retornar a una comunidad en la que 27 de cada 100 jóvenes están sin trabajo y muchos de los que lo tienen llegan a duras penas a fin de mes. La precariedad laboral, los altos precios de los alquileres, la falta de políticas integrales destinadas a este colectivo y la dificultad para tener un proyecto de vida razonable amputan cualquier resquicio de esperanza.

Y mientras, la patronal aragonesa pone el grito en el cielo porque considera que el incremento del salario mínimo a 950 euros «pone en riesgo» empresas y empleos en la comunidad. Pero eso sí, la temporalidad cabalga entre los jóvenes hasta alcanzar una tasa del 54,5%, es decir, más del doble del porcentaje general y 13,3 puntos más que en el 2009, según el informe de CCOO. Los jóvenes aragoneses que viven en Alemania, Reino Unido o en cualquier otro país europeo tienen dudas más que razonables para regresar a su tierra. Fueron valientes al irse y, posiblemente, lo serán todavía más si deciden volver casa. Solo por ese motivo, la mesa del diálogo social de Aragón, integrada por la DGA, los empresarios y los sindicatos, deberían ponerse a trabajar para facilitar ese retorno. Ya. Porque la mejor inversión para una sociedad son sus jóvenes. Y hoy parecen olvidados.