La celebración del San Jorge nos dejó un poso autonómico políticamente correcto y cronológicamente oportuno, pues el tiempo de la comisión bilateral está ya consumido y hasta puede que a nuestros burbujeantes presupuestos se les pase el arroz.

En Madrid, ya se sabe, los diputados y senadores aragoneses de obediencia nacional están a la jerarquía y raramente pescan otra cosa que un resfriado en el AVE. Lejos quedan los tiempos en que los parlamentarios del PAR o de Chunta Aragonesista peleaban por nuestras inversiones. Aquellos diputados eran conocidos y valorados en nuestra tierra, no como los delegados que tenemos ahora, completamente desconocidos, incluso por sus propios votantes, meras y decorativas presencias. Pasa lo mismo con nuestros eurodiputados, de nula iniciativa y ninguna eficacia.Como nuestra comunidad no puede confiar en ellos a la hora de nutrirse de la vaca del Estado (los presupuestos generales), tienen luego que alimentarse nuestras autoridades de otras ubres de cría, tipo esa comisión bilateral cuya reunión Javier Lambán acaba de reclamar a fin de poner sobre el tapete de juego o la mesa de negociación toda una serie de financiaciones y proyectos pendientes.

En tono reivindicativo, el único que funciona, el presidente aragonés exigió aportaciones millonarias para nuestras infraestructuras y planes específicos de desarrollo para las comarcas más deprimidas de Aragón, unas cuantas en riesgo de despoblación. Para ellas es importante que el Gobierno de Mariano Rajoy atienda planteamientos de inversión y actúe, nos derive ministros, secretarios de Estado, ingenieros para los nuevos trazados ferroviarios, institutos, fundaciones, empresas para dinamizar la pos-Expo y abrir sectores punteros a la industria y al empleo. En esa línea, la presidenta de las Cortes, Violeta Barba, trazó un discurso autonómicamente pro-activo, avanzando un paso en la hasta ahora tibia posición de su partido, Podemos, con respecto a la autonomía aragonesa y el desarrollo del Estatuto. Que está, dijo la presidenta, todavía por explotar, por exprimir, por rentabilizar en todas sus potencialidades. Una reflexión muy acertada y un elogio nada encubierto de un sistema político, el Estado autonómico, que, bien gestionado, primando a las autonomías serias y penalizando a las insolidarias (Cataluña y País Vasco) debería ser clave de futuro.