Un 27 de marzo de 1970 la Cofradía de las Siete Palabras y de San Juan Evangelista hizo historia al procesionar por vez primera en Zaragoza con tres bombos de la tierra de Luis Buñuel, Calanda. Un sonido que se extendió por la inmensa mayoría de las 25 hermandades de la Semana Santa de la capital aragonesa. Hay una, la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Agonía y de Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios Dolorosos que no los ha incorporado en sus salidas profesionales, generando una identidad única al ser conocida de forma popular como El Silencio. Su hermana mayor es Justina Marín, que formó parte de la misma desde los 18 años y que lleva siete años dirigiendo una cofradía de unos 340 cofrades.

Marín, que este año le ha tocado organizar el pregón de una Semana Santa declarada de Interés Turístico Internacional, reconoce «el problema» de no llevar bombos, timbales o tambores. «Estos instrumentos tienen mucho tirón en la ciudad, especialmente entre los más jóvenes, lo que es un handicap para nosotros a la hora de nuevas incorporaciones», señala esta hermana mayor, quien destaca que «a pesar de ello este año han jurado reglas siete personas más».

DEBATE

Esta mujer de 55 años que lleva en El Silencio desde que cumplió los 18 años revela que en un capítulo de hermanos se llegó a debatir si implementar algún sonido más allá del piquete que ella misma fundó en 1994 y que completa la elegancia de las heráldicas. «Los hermanos más antiguos estaban más dispuestos, pero las nuevas generaciones se cerraron en banda, no podíamos permitirnos dejar de ser lo que somos», apostilla Marín.

A pesar de ello no puede evitar reconocer su preocupación «ante el tirón del bombo». «Hay veces que muchas personas se van lo que popularmente se dice como ‘ir de procesiones’ y te das cuenta de que ven el tocar los tambores, los llegan a contar y cuando acaban y viene el momento más importante que es cuando se representa una parte de la Pasión esa gente ha desaparecido», lamenta.

Es por ello que señala que, posiblemente, «sea necesario hacer algo por poner en valor no solo la religiosidad intrínseca, sino el patrimonio de las hermandades». Resalta, con orgullo, que su cofradía cada Jueves Santo saca a la calle la imagen de un Cristo que representa en madera la agonía humana, tallada en 1588 por Jerónimo Nogueras, y la conocida como Virgen Blanca, que data de 1953 y fue realizada por Jacinto Higueras Cátedra. Procesiona por las calles zaragozanas, a partir de las 21.15 horas, de la iglesia de San Pablo, su sede canónica.

A estas imágenes les acompañan unos cofrades ataviados de riguroso negro enfajados de esparto con una cuerda de más de tres metros de longitud, mediante la cual van unidos. Una austeridad propia de una cofradía impulsada por las juventudes de Acción Católica del popular barrio de San Pablo que, en la actualidad, es uno de los más multiculturales de la ciudad. Una circunstancia que también repercute en el número de hermanos. Muy cerca tiene El Prendimiento, ligada a los Escolapios, y que es más numerosa por su relación con esta orden religiosa de misión educativa.

Marín lleva al frente de El Silencio desde hace 7 años. Recuerda que solo en una ocasión dejó de acompañar a su Cristo y a su Virgen por las calles de Zaragoza, fue el año en el que estaba embarazada de su hija. Y es que la conciliación familiar también es complicada en determinados puestos de las cofradías, admite la hermana mayor, quien resalta que «sin la comprensión de los seres queridos» y de los miembros de la junta de hermanos «sería imposible» gestionar una casa y la hermandad.

Señala que estar al frente de una cofradía «no solo son 7 días del año», sino «365 de actividades culturales, pastorales y de caridad». «Quien piense que es fácil organizar una procesión está muy equivocado, cuando uno es hermano mayor su agenda personal no tiene horario y en ella aparecen eventos en los que toca representar a su hermandad».

FEMINISMO

De lo que más orgullosa se siente, afirma mientras se le escapa una sonrisa, es de ser la primera mujer que ha ocupado el cargo de hermana mayor de El Silencio. «La Semana Santa ha sido siempre una cuestión de hombres por sus orígenes, pero ya no es así, y la prueba es que mis hermanos me eligieron para ser la persona que les represente y tome decisiones», asevera.

No ha sido su único puesto de mando dentro de esta cofradía zaragozana, puesto que antes fue maestro de ceremonias, lo que comumente se denomina a los cetros de las hermandades.

Orgullosa, Marín resalta que de forma espontánea y normalizada quedaron atrás circunstancias como que las mujeres de El Silencio llevaran una vela menos pesada que los hombres o que el cinturón de esparto fuera más fino el de las féminas. «Hay mujeres que siguen llevando el pequeño porque les resulta más cómo, pero cuando alguien nos ve en la calle ya no puede distinguir quién está detrás de ese hábito negro», señala.

Una igualdad que se observa en que hay otras cofradías como La Humildad, Esclavas, Exaltación, Crucifixión y El Despojado que están dirigidas por hermanas mayores.

En este sentido, Justina Marín ve el futuro de la Semana Santa zaragozana «con positivismo». No obstante, reconoce que «es necesaria» la autocrítica tanto de las hermandades, como de instituciones. «Ha sido declarada como de Bien de Interés Turístico Internacional y la inversión de la administración pública es bastante deficiente porque no ven lo que generamos económicamente», afirma, a la vez que reconoce que esa sensación de «molestar» también la siente en la propia Iglesia que «debe darse cuenta de que esto también es catequesis».