El pleno municipal de ayer acabó en una especie de fiesta de disfraces en la que nadie parecía lo que es y nada era lo que parecía. Solo así se explica que hubiera tantas decisiones económicas, políticas o de otra índole de las a priori difíciles que acabaran con unanimidad, o que el PP se desmarcara con una actitud constructiva en favor de la bicicleta o enarbolara, en manos del concejal Jorge Azcón, la bandera del sindicalismo con una moción de urgencia por una amenaza de huelga fijada para dentro de dos meses y avalada por el comité de empresa de FCC. Era tan inverosímil todo que merecía la pena escucharle.

O que la responsable de Servicios Públicos, Carmen Dueso, decidiera precisamente ayer retirarle por primera vez en ocho años su apoyo a IU en una moción dedicada a ensalzar la línea 2 del tranvía entre Delicias y el este de la ciudad. O que el propio José Manuel Alonso, de IU, apareciera de la mano de Eloy Suárez para atender juntos a los medios, después de semanas dedicándose improperios de más alta y baja categoría.

Entonces el conservador ni siquiera imaginaba que sus cuatro mociones saldrían aprobadas por unanimidad. Día glorioso para la concordia. Con los sueldos ya atados y bien, y disfrazados de rebaja salarial, no tocaba invocar al Rey de los Gallos, sino al Conde del Salchichón. Todos menos los tres ediles de CHA, que parecían querer mandar a todos ante el Vizconde de la Morcilla. Para que les diera una poca a los otros 28.