Las temperaturas benignas que predominaron durante el pasado mes de febrero, hasta el punto de que algunos días se registraron récords de las máximas en distintos puntos de Aragón, han reducido de forma considerable las reservas de nieve y pueden poner en peligro la campaña de riegos en zonas muy extensas de la comunidad.

En la actualidad, las reservas de nieve en toda la cuenca del Ebro y Garona ascienden a 1.203 hectómetros cúbicos, frente a los 2.152 que había hace un año, lo que supone casi un millar de hectómetros cúbicos menos. Sin embargo, el volumen de agua embalsada a día de hoy es de casi 6.000 hectómetros cúbicos, más que hace un año y por encima de la media de los últimos cinco.

Pero los regantes miran más allá y se centran en las reservas de nieve, dado que de estas depende el futuro del año agrícola. Y, en su opinión, se trata de una cantidad que causa «preocupación», en palabras César Trillo, presidente de la Comunidad General de Riegos del Alto Aragón.

«En nuestro sistema faltan 150 hectómetros cúbicos y los embalses no están llenos», precisa Trillo, que considera que, a estas alturas del año, «debería haber 250 hectómetros cúbicos más de nieve». A la vista de estas cifras, el responsable de Riegos del Alto Aragón piensa que, si la situación no cambia, habrá que «aplicar cupos» en el reparto de los recursos hídricos, ante la imposibilidad de servir a demanda.

Sin embargo, la situación del tiempo todavía puede cambiar, advierte Trillo, que indica que lo que ocurra este marzo y en abril será decisivo para las reservas de nieve y de agua. El tiempo de febrero, afirma, ha producido la sublimación (evaporación) de grandes cantidades de nieve. Las temperaturas han sido tan elevadas para la época, a lo que se ha añadido el fenómeno de la inversión térmica en las altas cumbres, que el manto blanco se ha esfumado sin siquiera derretirse, con lo que las aportaciones de agua a los caudales de los ríos han sido mínimas.

Otro elemento que causa inquietud es que las reservas existentes en toda la cuenca del Ebro también están por debajo del promedio de los últimos cinco años, que se sitúa en 1.654 hectómetros cúbicos. En el caso del sistema de riegos que conforman los ríos Gallego y Cinca, la situación se agrava, según Trillo, por las obras hidráulicas pendientes y que, de estar operativas, aumentarían las posibilidades de regulación de los caudales merced a nuevos embalses que incrementarían las reservas de agua.

Con todo, el panorama no es el mismo en todo Aragón. Así, la Comunidad de Regantes del Canal de Aragón y Cataluña, que empezó la campaña de riegos el 27 de febrero, dispone de suficientes recursos para afrontar los próximos meses con optimismo, según su presidente, José Luis Pérez.

«Las reservas de agua van bien, tenemos todos los embalses prácticamente llenos y el de Barasona se encuentra a más del 80% de su capacidad total», apunta.

A ello se añade el papel que desempeña desde hace tres años el nuevo embalse de San Salvador, que retiene las aguas sobrantes de este sistema de riegos y da un mayor margen de utilización de reservas a los beneficiarios. En la actualidad, este pantano situado al sur de la localidad de Monzón, dispone de 136 hectómetros cúbicos, afirma Pérez, «por lo que está prácticamente lleno». «Esa cantidad de agua no se podía retener antes, con lo que los beneficios del embalse han sido muy grandes», apunta el responsable de la Comunidad de Regantes del Canal de Aragón y de Cataluña.

En cualquier caso, en las zonas de frutales de este sistema ya se han desarrollado operaciones de riego para compensar los efectos de las heladas mediante sistemas de aspersión. Asimismo, las altas temperaturas han obligado a empezar a regar cultivos extensivos de cereal.

Sin embargo, José Luis Pérez no se atreve a hacer predicciones sobre los efectos que puede tener la disminución de las reservas de nieve. «No nevó antes de Navidad, con lo que falta ese tipo de nieve que se hiela y se funde lentamente», explica.

Todo dependerá de lo que pase este mes y el de abril, opina. Si se registraran nevadas, en mayo se podrían producir dos resultados: o bien un deshielo rápido o bien una fusión lenta de la nieve. La primera opción puede provocar inundaciones y dificultar la retención de las nuevas aportaciones en los embalses, mientras que la segunda favorecería el llenado paulatino de los pantanos y un escalonamiento de las salidas de agua. «De lo que se trata es de optimizar los recursos con la vista puesta ya en la campaña de riego del 2020», asegura Pérez.