Si Aznar es capaz de dictar lecciones magistrales en Georgetown expresándose en el más disparatado y macarrónico inglés que cabe imaginar, si cogen in fraganti a un comandante de la Guardia Civil practicando la caza furtiva en la reserva nacional de Ordesa, si el gran Machín se va pero se queda... ¿Por qué habría de extrañarnos que Zaragoza aspire a conseguir mil quinientos millones de euros para la Expo aunque el Ayuntamiento no tenga un clavel en sus arcas y el Gobierno central sólo prodigue buenas palabras?

Todo es posible, incluso que Aragón tenga al fin televisión autonómica. Y todo es admisible, incluso que el obispo auxiliar de Zaragoza, monseñor Alfonso Millán, hable en público de la deuda histórica que el Estado español tiene con la Iglesia Católica y recuerde aquella Desamortización de Mendizábal (pero, monseñor, ¿ya no se acuerda usted del dinero público gastado en restaurarles iglesias y catedrales, del pelotazo que se les ha dejado dar en el Seminario cesaraugustano y de que la DGA les ha dado luz verde para que monten una estupenda universidad privada?). Hay que tomarse las cosas con filosofía.

Cada vez que hago estas reflexiones, algunos de mis colegas me invitan a ser más positivo, más optimista. Y yo lo soy, se lo juro. Estoy dispuesto a creer que Aramón conseguirá acabar algún dia el aparcamiento ése que ha construido bajo la ladera que ahora se agrieta, o que el AVE correrá finalmente a trescientos por hora de promedio, o que pronto se acabarán las obras en el Fleta y el viejo teatro servirá para algo concreto. Pero además de mi buena voluntad, sería bueno que todo esto ocurriese de verdad. Porque con el buen rollito no basta.

En esta especie de disparate global ni siquiera me extraña que Buesa ya le esté metiendo codo al pobre Atarés. El PP es un partido hobbesiano (como casi todos) y allí no hay piedad para los vencidos. Y don Domingo es cristiano, pero no santo (todavía).