Los desagradables incidentes del domingo pasado en Zaragoza estuvieron protagonizados por un penoso revival de la derecha ultramontana, la de Blas Piñar, la de Montejurra, esa vieja guardia franquista que ya fue afortunadamente desmontada a medida que encajaban las piezas democráticas de la España autonómica y constitucional. Por desgracia, la presidenta del Parlamento aragonés, Violeta Barba, fue agredida y a punto estuvo el fascistoide asedio del pabellón Siglo XXI de llegar a mayores, dada la virulencia de los manifestantes y el largo historial de amenazas y actos violentos de tales grupúsculos.

La presidenta Barba y los responsables de seguridad de Unidos Podemos reclamaron a la Delegación del Gobierno más policías en su protección, derivándose de dicha cobertura radicales discrepancias entre ambas partes. Lo que para el delegado gubernamental Gustavo Alcalde fue una actuación proporcionada, para la presidenta resultó insuficiente, y contemplativa o pasiva la actitud policial.

Sería de desear que Unidos Podemos aplicase este mismo criterio a situaciones como la que vivieron docena y media de guardias civiles cercados por miles de radicales de Puigdemont y de la CUP en la Consejería de Economía de la Generalitat, cuando, en cumplimiento de la ley, entraron para requisar documentación relativa a la organización y a las partidas del referéndum ilegal con el que los restos de CiU, los fanáticos de Esquerra y los anarcos de la CUP pretenden hacerse con un buen pastel, con Cataluña, nada menos, para disfrutar de su futuro imponiendo un régimen sectario y de tintes claramente dictatoriales.

Volviendo a la ultra, otra golpista, dictatorial, antidemocrática Carme Forcadell, presidenta del Parlament, sacaba a relucir tramposamente a Franco para presentarse ante su colla como una luchadora por la libertad.

No lo es, ni mucho menos. Puigdemonto, Junqueras, Forcadell, el comisario Turull, los agentes callejeros de ANE y Omniun no son luchadores por los derechos de nadie, sino una secta sin escrúpulos ni ideología dispuesta a seguir enriquececiéndose a costa de mentir a su población, falsear su historia, su pasado y su presente, e hipotecar el futuro con el odio separatista. Con otras banderas, y sin uniformes, de momento, son como nazis, o sin el como, tanto como los ultras.