Pocas son las personas de los municipios de la Ruta y el Tambor que estos días no viven de los recuerdos. Unos recuerdos que les trasladan a una plaza abarrotada, a unos días en familia y con amigos, a unas manos ensangrentadas pero que a pesar del dolor, no dejan de tocar.

Pocas son las personas que estos días no sienten como otro año más, la pandemia, además de muchas vidas, les ha quitado también algo muy personal y sentimental.

Es el caso de la familia Trallero Gascón, donde Joaquín, el abuelo de 84 años, ha ido inculcando generación tras generación este sentimiento. Una de sus hijas, María Pilar, asegura que todos los años dice que ya no toca «pero siempre acaba con el hábito puesto y toca hasta que se cansa». Y es que al final, lo que se ha hecho toda la vida, cuesta dejarlo con un último golpe. «Toda la familia hemos seguido haciéndolo y nos juntamos siempre ahí durante estas fechas por lo que nos duele mucho no poder estar en la plaza», explicó.

Este año, tanto María Pilar como su padre vivirán de nuevo la Semana Santa desde lejos ya que se encuentran en Ejea de los Caballeros pero uno de sus hijos, Alberto, ha ido para hoy unirse a los miles de calandinos que en los balcones harán vibrar de nuevo el municipio.

José Antonio, dueño de la tienda de tambores Plana Conesa, se ha visto afectado económicamente y sentimentalmente debido a que su hijo de dos años aún no ha podido vivir una Semana Santa en condiciones. «Me canso de ponerle vídeos para que vea cómo es y ya va por ahí con su tambor, pero toca seguir esperando a que podamos volver a romper la hora». Además, la actividad de su negocio se ha visto prácticamente parada por la situación y aseguró que solo queda «ser cautos» para intentar salir a flote con las ventas del año que viene. «Nuestros productos no caducan, así que estaremos aquí para volver a dar el mismo servicio que antes», aseguró José Antonio.

Vayas donde vayas, todos mantienen algún tipo de relación con la Semana Santa. Es el caso también de Yolanda, dueña de la panadería Espada Pérez, quien además de haber notado en la tienda que los miles de turistas de otras comunidades no han podido llegar, explicó que en casa se vive con dolor también el no poder salir a romper la hora porque una Semana Santa en silencio, no es una Semana Santa.