De la esperanza a la desilusión. Así se sintieron el pasado jueves María del Mar García y Rafael Riojano en apenas unos minutos. Concretamente los que duró su reunión con la directora del Servicio Provincial de Educación de Zaragoza, Isabel Arbués, quien les comunicó que, finalmente, su hijo Daniel, de 5 años, diagnosticado con un Trastorno de Espectro Autista (TEA), tendrá que escolarizarse el próximo curso en un colegio de Educación Especial.

Estos padres habían solicitado al Departamento de Educación que el niño pudiera repetir curso para continuar en el colegio Julio Verne, en Miralbueno, que es centro preferente TEA y, del mismo modo, acudiera al mismo centro que su hermana. «Pedir la repetición de Daniel en Infantil no es garantía ni de éxito ni de fracaso; simplemente es el modo de darle la posibilidad de una escolarización en un entorno conocido que sea feliz y le hace evolucionar positivamente», explican estos padres.

Argumentan que los profesionales que han ido interviniendo con su hijo «no han visto necesidad de un centro de educación especial, sino que han visto una evolución y en ningún momento, en los informes trimestrales que nos daban, se decía lo contrario», cuentan. Por eso la decisión de la DGA les ha caído como un jarro de agua fría.

Vía extraordinaria

«Nos sorprende que se nos proponga el cambio cuando no se ha agotado la vía de una permanencia extraordinaria un curso más como alumno con necesidades educativas especiales», añaden.

La familia piensa ir hasta el final y va a presentar un recurso de alzada contra la decisión de Educación y también enviará una carta al Justicia de Aragón. «Nuestra consejería hacer bandera de los centros TEA como oportunidad única y enriquecedora, para que en el futuro aborden una vida lo más normalizada posible. Sin embargo, en estos meses de lucha hemos visto que simplemente son meras palabras, sin compromiso de agotar al máximo todas las posibilidades», denuncian.

Por su parte, fuentes de la consejería apuntaron ayer a este diario que «los informes técnicos, pedagógicos y educativos determinan que, según lo estipulado en la normativa, el menor debe escolarizarse en un centro de educación especial».

Mari Mar y Rafael son «conscientes» del trastorno que sufre su hijo, así como de las «dificultades y características especiales» que eso conlleva.

«Como padres no vamos a desfallecer en nuestro empeño de que Daniel sea tratado con la inclusión e integración por la que aboga Educación», explican. «Los compañeros de Daniel son sus mejores terapeutas, los que hacen feliz e ir contento todos los días al colegio. Nos consta que muchos de sus amigos están tristes porque saben de la situación y les dicen a sus padres que por qué Daniel se tiene que marchar», cuentan.

Esta familia insiste en que, bajo la recomendación del mismo servicio provincial que ahora les ha echado atrás su petición, se decidieron por elegir un centro preferente TEA para llevar a Daniel. «Nos pareció ajustada y correcto, porque se nos mostró ventajas para nuestro hijo ante la inclusión en un centro ordinario con preferencia para este trastorno. Ahora, ¿dónde está la inclusión?», se preguntan.

Empeño familiar

Están indignados con los cambios que se les avecinan y, tras esta mala experiencia, consideran que «las aulas TEA son una gran mentira, porque están hechas para niños con lenguaje y de un nivel cognitivo dentro de este trastorno. Nos parece indignante», añadieron.

«La DGA le cambió el nombre a la dirección general y le puso Igualdad, Equidad y Participación. ¿Dónde está esa igualdad con nuestro hijo? Lo sentimos, pero es que creemos que esta decisión se ha hecho pensando en número y no en niños. Es arbitraria y no está fundamentada», consideraron. La resolución de la DGA es definitiva. Pero aseguran que pelearán hasta el final.