Pilar Martínez tiene 92 años y hasta ahora vivía con su hermana Carmen de 91 en un piso de la calle Heroísmo, en el sector San Miguel. Durante años han sido las únicas supervivientes de un edificio que se ha ido vaciando con el paso del tiempo. Hace unas semanas se les anunció que en un mes tendrían que abandonar la casa que han habitado desde hace 32 años porque el propietario del inmueble ha decidido construir apartamentos.

"Al principio nos dio miedo porque no sabíamos qué iban a hacer con nosotras, nos dijeron que nos buscásemos otra casa y cuando empezamos a preguntar por el precio de los alquileres nos entró más miedo aún porque todos eran altísimos", cuenta Pilar. Después de mucho buscar, de pedir ayuda a los servicios sociales del Ayuntamiento de Zaragoza y de no obtener respuesta, han encontrado un apartamento en la misma calle por 300 euros. "Con la pensión apenas llega para nada, pero mi hijo nos va a ayudar", comenta.

El edificio presenta un avanzado estado de deterioro, desde hace muchos años no se ha invertido nada en él. "Nosotras éramos partidarias de arreglar el patio pero no había ningún interés. Los propietarios del bloque metieron después a unos extranjeros y mucha gente de ir y venir que tampoco quiso gastar nada", explica la anciana. Hace unas semanas denunciaron su situación ante la Junta Municipal del Casco Histórico, donde movieron los hilos para que se les preste atención.

Un bloque con historia

La puerta del portal, oxidada, permanece abierta. Se ve una luz en la primera planta. Se escuchan los ladridos de un perro. Ya en el descansillo hay restos de un sillón roto y unos juguetes sucios abandonados.

En la segunda planta, unas puertas rotas con violencia ni siquiera esconden los restos de quienes allí habitaron: cojines tirados, comida podrida en el frigorífico, cristales en el suelo, pósters en las paredes... y un olor agrio.

"En esos pisos vivían hasta hace quince días 18 ó 20 rumanos, que montaban mucho barullo", informa una vecina del bloque de al lado. "La casa se fue deteriorando y su propietario la alquilaba a cualquiera por cuatro duros", añade. "Los inquilinos anteriores a los rumanos hasta se pasaban por los tejados a las viviendas de al lado", recuerda. "Ahora todo está mucho más tranquilo...".