En un puesto de calzoncillos, calcetines y prendas diversas de ropa, Antonio sonreía pese a que la lluvia estaba a punto de chafar una buena mañana de ventas, «la mejor en meses y eso que el tiempo no nos ha acompañado». El cambio estaba en las restricciones, en el número, en el permiso concedido desde el ayuntamiento, que aprobó la semana pasada que el mercado ambulante textil y el rastro puedan abrir el 100% de sus puestos.

«Y lo hemos notado, claro». decía Sara junto a decenas de zapatillas, un poco más allá de los letreros de ofertones tan clásicos en estos tenderetes de renacida alegría. «Se acaba febrero, que es un mes muy malo tradicionalmente, y ahora nos encontramos con estos dos regalos de poder abrir el viernes y luego el 23 de abril. Ojalá vaya todo bien y nos podamos resarcir» de todos estos meses de pandemia y medidas de seguridad que espantaron a los clientes de cualquier tipo de mercadillo.

«Han sido días difíciles, muy duros. Aun estando al 75% había días que nos tocaba no venir, y tampoco se veía el ambiente que hay hoy», proseguía Antonio tras enterarse de que la concejala Carmen Herrarte había accedido oficialmente a la petición enviada por las juntas del mercado ambulante y del rastro viejo al ayuntamiento. Así, tanto en la Cincomarzada, festivo en la capital aragonesa, como en el Día de Aragón podrán montar sus puestos en sus emplazamientos habituales los distintos mercadillos, incluido el de San Bruno.

«El tiempo influye mucho para nosotros, ahora lo importante es que la gente se entere de que este viernes estaremos todos aquí. Quedan pocos días, a ver si lo anuncian bien. Ya se ve que no hay ningún problema y que todo el mundo respeta las restricciones». Así es, se ha mantenido el control de aforos al recinto, marcado por razones de prudencia en 5.182 personas, respetando el límite de una persona por cada 5 metros cuadrados.

«Venir a este recinto es seguro, es un mercado al aire libre y los detallistas tenían ganas de ir recuperando poco a poco la normalidad, ahora la tienen, y de poder trabajar», ha explicado Carmen Herrarte.

El recinto está vallado y cuenta con entradas y salidas controladas por voluntarios que realizarán el conteo de los visitantes. Los clientes deben guardar 1,5 metros de distancia de seguridad y solo los detallistas pueden manipular el género, algo que está costando más a algunos clientes acostumbrados a revisar los productos. Los mostradores, además, están desinfectados y disponen de gel hidroalcohólico.