Nada más abrir las puertas del comedor, Pascuala, de 75 años, es la primera en entrar y sentarse en una de las sillas para esperar el menú del día. «¿Hoy qué tenemos?», pregunta a la voluntaria encargada, como hace de costumbre. Ella, que va al centro diariamente, asiente diciendo que la comida «está buenísima», «las cosas como son y hay que agradecerlo», afirma. Acude cada día a por su ración y los viernes recoge una bolsa de alimentos. «Doy gracias, si no fuera por esto, no me llegaría, porque cobro 342 euros», manifiesta.

Pascuala empezó a ir al comedor una vez que comenzó la pandemia. «Y les doy las gracias de todo corazón», insiste. Para ella es esencial esta ayuda porque para el resto de gastos, como la luz o el gas de la vivienda, le ayudan sus cinco hijos. Asegura que con la entrega diaria, con dos platos, postre y pan, le es suficiente para comer y cenar. El jueves pudo degustar crema, albóndigas y manzana de postre. Pero hay jornadas en las que tocan platos más elaborados. «El día que nos dan paella, cuando vuelcas el recipiente al plato, queda un plato enorme, que hay veces que me dejo para merendar porque no me lo puedo comer todo y está riquísimo», comenta. También les suelen dar alguna bolsa de fruta. Por ejemplo, ella combina la manzana con otros alimentos como la lechuga para hacerse sus ensaladas.

«Me he criado en el campo y allí hemos comido de todo y todo nos gusta», añade. Opina que si no dispusiera de su ración, «tendría que hacer macarrones o arroz para toda la semana», por lo que esta ayuda le permite tener una alimentación variada. Actualmente vive en Zaragoza, pero proviene de Ateca, y yendo al comedor ha entablado amistad con diferentes vecinos. Aprovecha para salir, porque «estar metida todo el día en casa es lo que peor llevo», subraya. Por las mañanas va al comedor y por la tarde prefiere quedarse en casa.

Junto a ella, se sientan otras dos mujeres, a las que conoce de hace mucho tiempo a raíz de ir a la parroquia. «Aquí solemos venir siempre los mismos, nos conocemos ya», apunta. Pascuala tiene las ideas muy claras y desde su punto de vista deberían ayudar mucho más a las personas más vulnerables. Aunque agradece que cuando fue a la farmacia le entregaran cuatro mascarillas gratuitamente. «Y el ayuntamiento me mandó dos por correo», añade. Una iniciativa que aprecia y considera «necesaria» porque «sabemos que lo vamos a tener que llevar todo el verano», dice.

Dentro de su difícil situación, admite que dispone de una pensión, «aunque sea pequeña», pero «hay quien no tienen nada». Es por eso que «tendrían que ayudar más», termina diciendo con una sonrisa, como durante toda la conversación.

Fila para recoger alimentos en la parroquia de San Pedro Arbués, en Delicias. FOTO: ÁNGEL DE CASTRO

«Cuando hay hijos de por medio es muy duro»

En la fila, a las puertas del comedor, encontramos a José, un joven de 36 años en situación de desempleo. «Mi circunstancia es muy dura y gracias al Banco de Alimentos y al comedor de la parroquia, mis tres hijas, mi esposa y yo comemos», explica. «Estamos muy agradecidos», añade.

El padre de familia, de origen colombiano, acude a por comida desde hace unos meses, ya que comenzó a ir unas semanas antes de que comenzara la pandemia. La crisis generada por el coronavirus ha agravado todavía más su situación, porque antes del estado de alarma podía trabajar en los empleos que iba consiguiendo, pero ahora se ha quedado sin ninguno, y por lo tanto sin ingresos.

Al llevar solo un año en España, no cuenta con los documentos necesarios para trabajar y encontrar un empleo. Hasta el momento se ha dedicado «a lo que salga, haciendo cuidados, recados...», explica. «Y todo esto, de lo que vivía, se acabó con la pandemia», lamenta. Otros gastos, como la vivienda, los afronta con unos pequeños ahorros, pero «ya se han acabado», aclara. En estos momentos, «vivo con lo que me dan en la parroquia y espero que pronto me salga trabajo».

Desde su punto de vista, hay mucha gente que ha perdido su empleo y están desesperados, «igual que mi caso». «Y cuando hay hijos de por medio es demasiado duro porque uno puede aguantar, pero con ellos es más complicado», detalla. José está al cuidado de tres hijas, de 7, 17 y 19 años. «La mediana tiene un problema de aprendizaje, es como una niña de cinco años», explica. Y su hija mayor todavía vive con ellos porque sin documentación no puede estudiar ni trabajar y depende de sus padres.

Aun así, el joven afronta la adversidad con ánimos, «siempre los he tenido», afirma. Así como esperanza, «más aquí donde la gente se echa para delante y superan los obstáculos y los problemas que pasan en España», opina. «Si no hay esperanza, no hay nada», subraya.

Delante de él esperaba Katy, para quien era su primer día en el comedor. Como José, no tiene trabajo y ningún tipo de ingreso desde el mes de noviembre. La joven de 31 años vive sola en Zaragoza, no tiene familia que le ayude. Aunque está intentando encontrar trabajo, también se topa con la dificultad de conseguirlo al no llevar suficiente tiempo en el país (solo un año).

«Durante la pandemia mi situación ha sido más difícil porque sufrí la enfermedad, tuve el coronavirus, y estuve hospitalizada y después en cuarentena más de un mes, porque di positivo en dos ocasiones», explica. Hace una semana le dieron el alta y está intentado recibir alguna ayuda porque, de momento, solo cuenta con los alimentos del comedor.

Las voluntarias organizan los alimentos antes de repartirlos. FOTO: ÁNGEL DE CASTRO

«Te hacen sentirte bien y se preocupan por nosotros»

Otra de las zaragozanas que tiene la necesidad de ir todos los días al reparto de comida es María, quien prefiere guardar su anonimato. Es madre soltera de un niño de 12 años y está en paro desde hace más de dos años. «He recibido prestación de desempleo porque he trabajado toda la vida», explica la mujer, de 52 años. «He cobrado el IAI, pero tengo que pagar el piso y otros gastos», comenta.

Cuenta que es muy difícil y a la complicada situación económica se sumó tener que sufrir una enfermedad. «Tuve cáncer y tienes que salir adelante como se pueda para que no le falte nada a tu hijo», detalla. Razón por la que necesita la ayuda de alimentos. «Nos tratan de maravilla, son una gente súper humana», dice refiriéndose a los voluntarios del comedor y del Banco de Alimentos. «Son maravillosos, te hacen sentirte bien y se preocupan mucho por nosotros y nos ayudan en todo lo que pueden», añade. Describe que la relación con los voluntarios es especial «lo que nos hace falta es eso, no solamente la comida, levantarnos la autoestima».

María lleva desde octubre acudiendo al reparto, por lo que ya comparten confianza y se conocen entre todos. En su caso, le entregan su ración y la de su hijo. «Menuda diferencia, ahorras muchísimo, no tienes que ir al supermercado», apunta. «Es un dinero que no tienes», subraya. Porque el restante lo destina a los desayunos y cenas, «para que no le falte de nada a mi hijo», afirma.

En su caso, la pandemia no ha empeorado su situación personal, sigue teniendo las mismas dificultades, «aunque hay gente peor» opina. Y en estos momentos mucha más, porque ha visto a gente por primera vez allí. «Es impresionante, hay gente que no había venido nunca a un comedor», añade. «Pero es lo que hay, tenemos que comer y tenemos que subsistir», insiste.

Y lanza una idea, mostrándose crítica: «los políticos deberían tomar conciencia y pasarse por todos los barrios para ver todo lo que está pasando». Porque considera que las ayudas son pocas, pero «no hay dinero en España para tanta gente» indica. Además, añade que «esto irá a peor, esto es el comienzo, espero que se solucione todo y debemos tener paciencia».

Con la preocupación sobre su hijo también vive Paola. Es su cuarto hijo, de cuatro años, del que se hace cargo ella sola, porque sus otros tres viven con su expareja. Cuenta con el menú diario, la bolsa semanal de alimentos y una tarjeta para comida otorgada por el consistorio. «No cobro ninguna ayuda y no puedo trabajar porque no tengo con quien dejar a mi hijo», explica. Además, no le conceden otro tipo de ayuda por no estar en posesión de la documentación nacional, aun llevando 15 años en Zaragoza.