E l barrio del Arrabal abrazó anoche a su Ecce Homo en el Vía Crucis Penitencial, en la jornada del Miércoles Santo, durante la que se vivió el momento estelar del encuentro entre la Dolorosa y Jesús Camino del Calvario sobre la media noche en la plaza del Pilar de Zaragoza.

El Sanedrín se ha reunido con Judas Iscariote y este ha traicionado a Jesús. La Cuaresma da paso a la Pascua. Ayer, en Zaragoza, la Llegada de Jesús al Calvario recorrió el barrio Oliver, la Hermandad de los Nazarenos de la Humildad completó su Vía Crucis por la Magdalena, La Crucifixión paseó su Abrazo de San Francisco. Y de San Felipe partió el Jesús de la Humillación.

Rubén y Salvador, de pie, imponentes, parecían custodiar el acceso a la iglesia de Nuestra Señora de Altabás, cuando en realidad solo consumían los últimos minutos antes de colocarse bajo la peana. "Somos costaleros. Yo llevo once años participando y conmigo salen mi mujer y mis dos hijos. Para mí supone una mezcla de sentimiento, pasión y devoción por el santo y también agradecimiento", enumeró Rubén. La labor de ambos, llevar en hombros una talla del siglo XV, requiere mucha preparación: "Somos doce personas y cada uno podemos llevar 25 o 30 kilos", resumía Salvador. "Entrenamos con la peana vacía y levantando sacos", apuntó Rubén. Mientras la gente se congregaba en la calle, en el interior del templo abarrotado, el Consiliario de la cofradía, el periodista y sacerdote Juan Antonio Gracia, imponía los hábitos a los nuevos cofrades. Velas y ramitas de laurel para los fieles y buenos deseos para los cofrades.

Con sobriedad y ceremonia, balanceándose al son de las matracas y el piquete de tambores de las Siete palabras, surgió una vez más el Ecce Homo a hombros de cofrades del Santísimo Ecce Homo y Nuestra Señora de las Angustias. Giraban las matracas de mano y atronaban las de campanario. Kevin, con solo tres años, fue aupado por su madre a lo alto de un contendor. "Es que yo no puedo con él", justificó ella. El pequeño contempló el estandarte, las cruces, los representantes del resto de cofradías y las matracas de campanario ganando posiciones en la comitiva. Y, por detrás, el barrio, con velas y laurel, siguió la procesión, que torció por la estrecha Villacampa camino del puente de Piedra, pasado el cual se produjo el bello encuentro con la Dolorosa. Por delante, el camino hasta alcanzar el encierro en San Felipe con las matracas retumbando.