En pleno debate sobre el futuro del azud de Zaragoza, averiado y con las compuertas bajadas desde hace días, ecologistas y geógrafos apuntan al ejemplo en la Cuenca del Duero, donde se ha eliminado un gran número de las presas que había repartidas en su curso fluvial. Instan a la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) a que tome ejemplo ya que es una de las cuencas donde menos se ha actuado. Mientras, el consistorio va a formar una mesa técnica para analizar el impacto medioambiental de la represa de Vadorrey para decidir qué hacer con una infraestructura que se construyó para la Expo 2008 y que costó 25 millones.

«En España se han eliminado más de 200 azudes, en Zaragoza deberían hacer lo mismo», comenta el profesor de Geografía Física de la Universidad de Zaragoza, Alfredo Ollero, desde Ávila, donde asiste a un congreso en el que se analiza el impacto de las presas. La capital aragonesa «tiene la oportunidad de convertirse en un referente de la cuenca del Ebro», señala. En su opinión, en contra de que se creen obstáculos en el curso del río, presenta tres escenarios sobre los que la ciudad debería debatir.

«El consistorio tiene que decidir si prefiere un azud para que el Ebro tenga ciertos usos, y en función de ello mantenerlo, o quitarlo. También podría conservarlo temporalmente, que funcione unos meses al año», propone.

El ecologista Paco Iturbe es partidario de eliminar esta infraestructura que se construyó con idea de mantener un caudal determinado para permitir la navegación fluvial. «La presa ha afectado a la salud del río, que debe ser vivo y dinámico, y sus consecuencias se están notando ahora con la aparición de islas o el aumento de la mosca negra». A su juicio, no es casualidad que las larvas apareciesen tras la Expo. «Se construyó el azud y apareció el problema», señala. «Es normal porque al estar el agua remansada y detenida, la temperatura del agua se eleva y favorece la proliferación de las plantas acuáticas».

Por otro lado, están aquellos que opinan que la eliminación de estas barreras supondría echar al río más gravas, que acabarían arrastradas por la corriente y depositándose en distintos lugares.

HAY QUE DECIDIR // Aunque se eliminase la presa, este problema no desaparecería, pero sí que se minimizaría, coinciden Ollero e Iturbe. Las avenidas de los últimos años han permitido el arrastre y la limpieza natural del Ebro, algo que este año no ha sucedido. Tampoco se evitaría la acumulación de sedimentos. Es un proceso natural de cualquier río, las gravas siempre están en circulación. La diferencia, apunta Ollero, radica en que sin la presa, su circulación mejoraría y evitaría su acumulación.

La barrera de sedimentos de Helios seguirá creciendo porque se encuentra en la parte alta del embalse que crea esta infraestructura. «Esto no es bueno ni malo, sucede en todo el curso del Ebro. Lo que sí ha conseguido el azud es que haya sido mayor». Según explica Ollero, en el caso de que se produjera una gran avenida, la fuerza de la corriente se la llevaría arrancando la vegetación.

«El azud no tiene ningún beneficio», añade Iturbe. Un pantano o un azud se tiene que hacer porque reporta beneficio. «Si tiene como objetivo el control de las avenidas, el riego o el abastecimiento del agua, hágase, pero si es para conseguir que los barcos naveguen, no. No se puede alterar su naturaleza por una cuestión de ocio», apunta.