Por lo menos, Aragón mantiene su cota de desempleo por debajo de la media nacional. No es que los nuevos puestos de trabajo sean ninguna maravilla (ni siquiera los que se ofrecen a jóvenes graduados y a otros profesionales cualificados), pero al menos el mercado laboral se mueve. Nuestra economía regional, según las cámaras de comercio, es robusta y expansiva. Eso sí, tanto el entramado institucional como la sociedad civil organizada y el grueso del mundo empresarial se siguen moviendo por pura inercia, sin acabar de acordar un programa estratégico digno de tal nombre. De ahí que veamos a diario enormes discordancias y constantes intentos, por parte de quienes nos gobiernan, de administrar o al menos salvar una herencia repleta de fracasos. La industrialización de las Cuencas Mineras, sin ir más lejos.

La consejera Marta Gastón está intentando aprovechar la cancha que da el nuevo Gobierno central para conseguir retrasar cuanto sea posible (e incluso un poco más) el cierre de la térmica de Andorra y de las minas que en teoría le aportan combustible. Traerá a la titular de Transición Ecológica (o sea, de Transición Energética) para que conozca la situación de primera mano y en directo. No sé cómo manejará la ministra este compromiso, porque ella tiene por misión, precisamente, cerrar las malditas térmicas y en particular la turolense, que es la más contaminante de España entera. Supongo que dará un poco de cuartelillo... ¿Y luego, qué?

La misma Gastón, tan volcada en los lignitos, sigue sin dar una respuesta a cuestiones importantes como el sostenimiento de los centros especiales de empleo. El retraso en los pagos por el Inaem de los complementos salariales a los trabajadores discapacitados (más de 1.500 en todo Aragón) se ha reducido... a cinco meses. Pero las ayudas a los equipos de apoyo que precisan esas empresas ha caído porque nadie se ha preocupado de incrementar la asignación total de los últimos años y como ahora hay que repartir esa partida entre más centros, cada uno toca a menos. No cabe una manera más estupenda de cortarle las alas a un sector que no solo ocupa a un número significativo de personas, sino que lo hace integrando y normalizando a quienes difícilmente encontrarían un empleo en empresas convencionales.

La novedad asusta, despista o impresiona negativamente a nuestros jefes. Tampoco las llamadas organizaciones sociales, muy burocratizadas y a menudo ajenas a la realidad, apuestan por la innovación y la búsqueda de actividades sostenibles en lo medioambiental y con alto valor añadido. La Opel (que los franceses manejan ahora a su aire) sigue siendo un pilar imprescindible de nuestra actividad industrial (y de la exportación) mientras el presidente Lambán presume de la «explosión» del sector agroalimentario, que siendo cierta en parte viene acompañada de impactos brutales como el que provoca la cría de cerdos, o de situaciones laborales anómalas como las que se dan en las cárnicas con sus falsos autónomos.

¡Ah!, del ayuntamiento zaragozano nada nuevo que decir. Está absolutamente bloqueado. Entre unos y otros....