Si en las citas recreacionistas se pudiera controlar el clima como un elemento fundamental en la puesta en escena, el mercado de las tres culturas de Zaragoza obligaría a pensar en la Edad Media como un periodo de estío sin igual, a tenor de las altas temperaturas que siempre le acompañan en su estreno. Ayer no fue una excepción y el entorno del centro de la ciudad se convirtió -eso sí, ya por la tarde- en una máquina del tiempo que viajó a una Zaragoza medieval, con cientos de puestos y actividades para disfrutar de la recreación de esta época y de las culturas cristiana, árabe y judía. Un medievo, en definitiva, que bien podría ser una especie de verano largo; de centurias de duración.

No auguraba el día un comienzo así. De hecho, la inauguración a las 11 de la mañana resultó desangelada por las nubes y los conatos de lluvia que pesaban sobre la capital aragonesa. No obstante, a primera hora de la tarde el sol apretó con fuerza, mientras los primeros visitantes acudían poco a poco a la plaza del pilar, que se mostraba engalanada con pendones, mientras el escenario central permanecía quedo a esas horas. De esta forma, los viandantes ya iban copando el lugar mientras curioseaban entre los puestos de gastronomía, bisutería o trabajos artesanales, entre otras muchas propuestas. Uno de los que se animó a ver el mercado ayer fue Adrián, un joven zaragozano que acudía a este evento por segunda vez. El paseo por sus diferentes propuestas le resultaron «una alternativa diferente» para disfrutar de la ciudad, aunque en esta ocasión lo encontró «parecido» a lo que vio el año pasado.

En la misma plaza paseaba otro visitante protegido un paraguas, no por la lluvia matutina, sino por la canícula que caía a plomo. Una imagen casi tan curiosa como la que se podía presenciar enfrente de la casa consistorial: dos caballeros medievales la emprendían a espadazos, mientras los curiosos se arremolinaban alrededor a ver el envite. Eran miembros de la compañía Lobos Negros, encargados de los espectáculos de lucha que se realizan en el mercado y que ensayaban su puesta en escena. Justicia poética o no, después de cuatro años de broncas dentro el ayuntamiento, ayer los mamporros se los daban fuera, en sus puertas casi.

Al otro lado del puente de Piedra se encontraba la zona árabe, en la que dulces tradicionales, cerámica, vidrio y ropas copaban los puestos. Daniel era uno de los presentes en este rincón, en el que observaba con su mujer y su hijo pequeño los productos textiles de uno de los comercios. «Esta es la sexta vez que vengo»», afirmó sobre esta visita que realizan «para pasar la tarde». A continuación se encaminaron hacia el área lúdica para que el niño pudiera disfrutar de los juegos.

«Mucho calor», resumía el encargado del puesto de patadas asadas A mi papa sobre este mercado, al que regresa por cuarta vez desde Córdoba. Y si eso lo dice un cordobés, será verdad.