Quedan pocas semanas para que las máquinas empiecen a trabajar en los antiguos depósitos de Pignatelli, en el final de una de las cicatrices urbanas que Zaragoza mantenía desde hace décadas. Su futuro pasa por la construcción de viviendas libres, que iban a ser 77 y ahora se quedarán en 65, para pagar lo que será «la mayor intervención urbanística en el centro en los últimos 40 años». Así la califica Héctor Fernández Elorza, arquitecto zaragozano que dirige el estudio Lignum y que ha diseñado el verdadero objeto de esta actuación para el consistorio, la transformación de ese recinto vallado y esa infraestructura hidráulica en un espacio de uso y disfrute ciudadano, la reconversión de los viejos vasos ya deteriorados por el abandono en una expansión del parque Pignatelli hasta duplicarlo en superficie.

Su terreno ahora será «como una Romareda entera» y se divide en tres grandes espacios que son «como un campo de fútbol cada uno», de casi 100 metros de largo por unos 60 de ancho. Pero esto no va de fútbol, sino de dar vida a más de 3,5 hectáreas de suelo ahora vallado e inaccesible, de sacar del olvido un lugar desde el que, en su día, se abastecía de agua potable a toda Zaragoza y que ahora aspira a ser imán de visitantes, un referente lúdico y de ocio en el que «el agua se plantea como el verdadero motor del proyecto». Apostar por eso, opina este arquitecto, le permitió ganar el concurso público y ahora tiene por delante año y medio para materializarse, para que a finales del 2023 sea una realidad.

Héctor Fernández compagina sus trabajos dentro y fuera de la ciudad con su labor de profesor en la Escuela de Arquitectura de Madrid, pero en Zaragoza otros proyectos también llevan su sello, como el desarrollo urbanístico de Parque Venecia o el del sector 38-3 en San José, más conocido por la prolongación de Tenor Fleta. Pero este de los depósitos tiene un valor especial. No solo por tener las oficinas del estudio cerca, en el número 22 del paseo Ruiseñores, sino porque además conserva un vínculo especial con este espacio desde su niñez: «Cuando era pequeño veía los depósitos desde la ventana de mi cuarto y me parecía un mar inmenso. Tenía que presentarme a este concurso», relata. Plasmar las recreaciones es más que un reto profesional, tiene algo de personal.

La idea que ahora debe ejecutarse por más de 5 millones de euros en obras es la de conectar el parque Pignatelli con este gran espacio central que dibujarán, de momento, las 65 viviendas libres que levantará de forma simultánea Aedas Homes, y en el futuro el equipamiento deportivo en la franja lateral más próxima al parque y el de uso asistencial en el lado de la calle Maestro Estremiana. Hasta que el ayuntamiento no decida impulsar esas obras se quedará como una parcela vacía, igual que el solar de las 30 viviendas protegidas (VPO) que, en la confluencia con la calle Santiago Guayar, se quedan fuera de estas obras iniciales.

Mientras ese espacio central será «100% accesible» pese a que deberá salvar «hasta cinco metros» de diferencia entre las rasantes en uno de sus extremos. En el interior, habrá tres zonas diferenciadas.

Estanque central navegable

La primera, un estanque central navegable con un servicio de alquiler de barcas, rodeado de vegetación y con pasarelas que conectan con una fuente central de agua pulverizada. La segunda, un jardín de bandas con una zona de juegos infantiles a cada lado y espacios de estancia en la que habrá vegetación autóctona y un juego floral con variedades propias de cada estación, y otro con «juegos acuáticos como los que había en la Expo». A continuación, un gran anfiteatro natural con una escena para acoger espectáculos.

Mientras, el ayuntamiento ya puede darse prisa en reformar el actual parque Pignatelli, pionero en su apuesta por una vegetación como las palmeras en una zona verde, pero desfasado por las escasas mejoras y el poco mimo en forma de inversiones que le ha dedicado el consistorio en esas mismas décadas que llevan los viejos depósitos cerrados. De hecho, el arquitecto sugiere una que podría beneficiar a futuro a este parque que aspira a duplicar su superficie: «se debería hacer más permeable con el paseo Cuéllar» y pensar en suprimir el muro de piedra de Calatorao que «actúa como barrera» con los vecinos que ven insuficientes tener solo dos puertas de entrada al parque.

En definitiva, solo el agua permanecerá de esta infraestructura histórica de Zaragoza que eran los antiguos depósitos, más aún después de que se descartara el aparcamiento con 120 plazas que se iba a hacer bajo el estanque. Ahora se demolerán los muros y soleras actuales «muy degradadas y con un ladrillo muy antiguo», que antes sí se iban a conservar. Además, no están catalogados, la dificultad es menor, pero el esfuerzo, sobre todo económico, que suponía su refuerzo y consolidación, quizá lo desaconsejó al consistorio. Aunque con ellos se pierda parte de la esencia de lo que un día fue este lugar emblemático, la fuente de la que bebía toda la ciudad.