El fiscal del Tribunal Supremo Javier Zaragoza agradeció ayer el Premio Aragón 2019 con un discurso al que la sobriedad no le restó emoción al recordar a su familia (sobre todo a su madre recientemente fallecida) y sus orígenes en la localidad turolense de Alcorisa, en la que vivió hasta la adolescencia.

«Las raíces siempre permanecieron bien ancladas en mi localidad natal», afirmó, al hablar de sus estudios. «Jamás se quebró el cordón umbilical con la tierra que me vio nacer, pues seguí refugiándome en la casa familiar durante los periodos vacacionales, mantuve la amistad con aquellos con los que crecí y el contacto con las gentes que conocí. Era una manera de sentir que al menos seguía siendo en parte dueño de mi destino», expuso.

Zaragoza defendió la institución de la que forma parte, el Ministerio Fiscal, como «pieza clave de la arquitectura constitucional del Estado de Derecho». De hecho afirmó que el fiscal «es el primer defensor de la sociedad y el primer garante de los derechos y libertades que la Constitución proclama».

Con ese espíritu, el alcorisano fue repasando su trayectoria profesional, desde Guipúzcoa en los años más duros del terrorismo etarra hasta la lucha contra el narcotráfico gallego, hasta llegar a su actual papel en el juicio contra los líderes independentistas del procés, «el desafío más grave contra el orden constitucional de la reciente etapa democrática», aseguró.