El limitador de velocidad del autocar que se salió de la vía en la bajada de La Muela en septiembre de 1999 "pudo ser manipulado para que el vehículo alcanzara mayor velocidad", según manifestaron ayer técnicos de la Guardia Civil que comparecieron en el juicio celebrado en los Juzgados de Zaragoza por el accidente de tráfico que provocó un total de 32 muertos y 20 heridos en la autovía de Madrid.

El autocar, que transportaba a 54 pasajeros que iban de vacaciones de Madrid a la Costa Brava, circulaba a 102 kilómetros por hora, sólo 2 por encima del límite legal, en el momento exacto en que se salió de la calzada, volcó y cayó a una zanja. El disco del tacógrafo examinado en Alemania por Siemens reveló, por otro lado, que el autocar había mantenido una velocidad media superior a los 100 kilómetros por hora desde su salida de Madrid, con puntas de hasta 112 por hora.

Los técnicos de la Benemérita basaron su sospecha sobre la manipulación del limitador en el hecho de que, tras el siniestro, detectaron la ausencia de un precinto en un cable conectado al tacógrafo. Sin embargo, el perito de Siemens, empresa fabricante del tacógrafo, subrayó que el precinto, "una pequeña pieza de plástico de siete milímetros, pudo saltar por la fuerza del impacto".

MARGEN DE ERROR El representante de Talleres Sierra, que revisó el tacógrafo nueve meses antes del accidente, aseguró que "si se hubiera manipulado el precinto, no habría funcionado el tacógrafo". Los peritos coincidieron en que la velocidad reflejada por el tacógrafo "ofrece un margen de error del 2%", desajuste al que hay que añadir el impulso de los tramos en descenso.

"El responsable de la velocidad de un vehículo no es el limitador, sino el conductor", afirmó la fiscal, que solicita 3 años de cárcel para Bernardino Correa Fernández, chófer y propietario del autocar. "Y el conductor --agregó el ministerio público-- tendría que haber reducido la velocidad para evitar el siniestro".

La velocidad fue un elemento desencadenante del accidente, según los peritos, pero no el único. "La salida de la calzada se debió a otros dos factores: el desgaste de dos ruedas traseras y el agua que, por efecto de la lluvia, se había acumulado en el firme", precisó Juan Luis de Miguel, jefe del Departamento de Investigación de Accidentes de Tráfico del Centro Zaragoza. "El agua --explicó-- restó adherencia a los neumáticos, que no pudieron evacuarla porque estaban deteriorados".

La defensa, ejercida por Francisco Carrera, arguyó que el siniestro tuvo su origen en una "ráfaga de viento que golpeó al autocar por detrás". El abogado calificó de "punto negro " el lugar del accidente "por su trazado deficiente y su firme en mal estado, con poca adherencia".

El equipo de la Benemérita que se desplazó al lugar del accidente, a 20 kilómetros de Zaragoza, comprobó "a simple vista" que "los neumáticos de la parte izquierda del eje trasero "estaban bastante desgastados". Además, se había rehecho (regrabado) el dibujo de una de esas ruedas.

"El desgaste de las ruedas era inadmisible, pues la banda de rodadura sólo medía un milímetro", apuntó el perito de Centro Zaragoza, que afirmó que "el tramo no revestía especial peligrosidad".

Andrés García Gracia, del Instituto Universitario de Investigación del Automóvil (INSIA), cifró la profundidad del dibujo en 1,6 milímetros, pero concluyó que las ruedas "estaban en malas condiciones para circular por una calzada mojada".