¿Cómo se siente al ser nominado como candidato a mejor docente de España?

Un pelín abrumado. Esto es un reconocimiento que nunca te esperas. Pero también muy agradecido, tanto a los estudiantes que me propusieron inicialmente como a los compañeros de la asignatura. Soy yo el nominado, pero los nombres de Lidia Lobán y Fernando Muñoz también deberían estar. El trabajo docente es un trabajo de equipo. Y no es un falso bien quedar. Su buen trabajo hace mejor el mío.

¿Por qué se hizo profesor?

En mi caso, reconozco que no entré como docente en la universidad de la manera habitual. Yo trabajaba, previamente, en el sector privado, y entré en la universidad por interés en la investigación a través de una tesis doctoral. El profesor universitario trabaja tres áreas fundamentales: docencia, investigación y transferencia de resultados a la sociedad. A través de la vocación investigadora llegó la vocación de la docencia.

Hábleme de su vocación...

No puedo decir que cuando acabé la licenciatura de ciencias económicas y empresariales tuviera clarísimo dedicarme a esto. Tenía enfocada mi vida profesional, pero con 28 años obtuve mi primer contrato de profesor asociado. A mí me encanta estar en clase, y mucho más si es presencial. Codearme con los estudiantes: que sean críticos, que planteen cuestiones… Porque cuanto más exigentes son los alumnos más te hacen crecer como profesor.

¿Qué ha cambiado en la educación con la pandemia?

Lo que han cambiado son los medios. En formato presencial, lo habitual es bajar al aula, dar una clase magistral explicando la teoría y desdoblar las prácticas. En formato online, la clase magistral la hemos sustituido por vídeos cortos de 20 o 30 minutos en las que el estudiante ve los contenidos teóricos. Y eso lo completamos con ejercicios prácticos: tutorías grupales, prácticas en tiempo real en el mercado donde los estudiantes ven la apertura de la bolsa, etc.

Según el informe de la Fundación BBVA, uno de cada tres estudiantes no termina el grado que comenzó…

Creo que en ese dato entran en juego dos factores. En primer lugar, la creencia social de que los estudiantes, una vez acaban bachillerato, deben cursar sí o sí un título universitario. Mucha gente se apunta a una carrera sin tenerlo muy claro y resulta que no cumple sus expectativas o es más dura de lo que creían. Poner en valor la formación profesional ayudaría a reducir ese porcentaje, porque podemos tener profesionales excelentes vía formación profesional. El otro vector es que los estudiantes con 18 años no tienen muy claro qué hacer y se meten a empresariales, ADE, Finanzas… Pongo este ejemplo por dónde trabajo.

¿Falta, quizás, vocación?

Sí, sí. Es difícil que alguien de 18 años tenga una vocación clara. Pero hacer un grado universitario porque no quieres hacer una FP y quieres seguir estudiando… No tienes claro qué hacer y te apuntas a un grado donde pueden ir tus compañeros de instituto, donde tus padres te dicen que hay mucha salida… Con una mayor potenciación de la FP e información durante el bachillerato los estudiantes tendrían claro que, si no están convencidos o carecen de vocación, un escenario probable es abandonar el grado.

Hablaba antes de la formación práctica y eso es algo que el plan Bolonia quiso incentivar. ¿Le cuesta aceptarlo al modelo universitario español?

La implantación de Bolonia ha estado muy limitada por las restricciones presupuestarias. He sido profesor visitante en otras universidades europeas, como en Maastrich, y he visto Bolonia de verdad. Son clase de teoría masivas, en el aula magna y con 200 estudiantes. La aplicación práctica se lleva a cabo en grupos hiperdesdoblados, de ocho o nueve personas, donde puedes plantear casos de estudio mucho más cercanos con el estudiante. Eso implica muchísimo más gasto en profesores y personal, modificación de espacios… Aquí hace falta otro enfoque. Lo que tenemos es un buen intento, pero ni mucho menos lo que se planteó en Bolonia.

¿Es el covid-19 una oportunidad para ir hacia ese plan Bolonia ‘ideal’?

Las crisis son oportunidades. Aprovechar esta crisis para reformular el modelo de docencia puede ser una idea interesante, pero si no hay detrás un modelo presupuestario nos podemos quedar en lo mismo. Con el nuevo enfoque de docencia online, ¿por qué los alumnos deberían verme a mí explicando el modelo económico de un premio Nobel cuando podrían ver esa misma explicación a través del propio ganador del premio Nobel? Nosotros podemos aportarles una dimensión práctica y cercana.