Según la Embajada española en Mozambique, "sor Juliana y sor María Jesús no corren ningún peligro inminente". Así de seguras se mostraron ayer las fuentes de la Embajada consultadas por este diario sobre la situación en la que se encuentran estas dos monjas zaragozanas que han denunciado ante las autoridades de este país africano una supuesta trama de tráfico de órganos de menores. Uno de los hermanos de las religiosas, sin embargo, no lo tiene tan claro: "No se fían ni de los guardias que les protegen", afirma. Las monjas han recibido amenazas de muerte tras denunciar los hechos ante la propia Embajada española y la ONG Amnistía Internacional.

Sor Juliana y sor María Jesús son María del Carmen y Palmira Calvo, dos misioneras zaragozanas de la congregación de las Siervas de María que llevan 30 años en Mozambique. El orfanato en el que se encuentran estas dos hermanas está situado en el norte del país, a diez kilómetros de la ciudad de Nampula. La capital, Maputo, está a 700 kilómetros.

Según los familiares sor Juliana y sor María Jesús, las dos religiosas corren peligro por haber denunciado junto con otras dos compañeras de la congregación una supuesta red de tráfico de órganos de niños. De hecho, han aportado a las autoridades un informe con fotos y vídeos en los que aparecen cadáveres de menores a los que se les han extraído varios órganos.

CONTACTO CONTINUO Las mismas fuentes de la Embajada garantizaron a este diario que se está en "contacto continuo" con las religiosas, e insistieron en que sobre ellas "no se cierne un peligro inminente". Y añadieron: "De hecho, están cerca de una de las ciudades importantes y no se plantean abandonar el país".

Las autoridades judiciales mozambiqueñas están investigando las acusaciones de la orden religiosa, según la Embajada española, pero el informe de las monjas vincula a responsables políticos con esta red de órganos humanos, por lo que Nicanor Calvo, uno de los hermanos de las dos misioneras no está tranquilo: "Alrededor del orfanato, en donde viven 80 huérfanos, hay guardias que velan por su seguridad, pero ellas no se fían, porque los sobornos en ese país, incluso a la Policía, son habituales".

Los familiares de las dos monjas aragonesas están muy nerviosos. No pueden hablar con ellas por teléfono y sólo reciben de vez en cuando algún correo electrónico. "La inseguridad es total. Mis hermanas dicen que las madres salen por las noches a buscar a sus hijos raptados. El clima es de terror", relata Nicanor Calvo.