Unas 150 personas han tomado parte en el taller de txalaparta que, entre la tarde del viernes y la mañana de ayer, se celebró en Hecho en el marco del Festival de Música y Cultura Pirenaicas de La Jacetania, PIR 2004. En total fueron seis horas de exhibición y ejercicios prácticos mediante los que se dio a conocer, de manera gratuita, este instrumento tradicional de percusión del País Vasco que estuvo a punto de desaparecer.

La cita fue en las inmediaciones del Museo de Arte Contemporáneo de Hecho. Bajo un imponente sol, se pudo escuchar las explicaciones que los maestros Igor Otxoa y Harkaitz Martínez (integrantes de Oreka TX y txalapartaris habituales de Kepa Junkera) fueron dando. Primero una introducción histórica y de la evolución del instrumento, para recordar que la txalaparta se compone de un número variable de tablas de madera y se toca siempre en pareja, con dos palos cada uno de los músicos.

Igor Otxoa recordó que fueron los hermanos Zuaznabar y Goikoetxea los que en la década de los 60 mantuvieron la tradición de este instrumento y se lo enseñaron a otra pareja de hermanos, la familia Artze y Beltran. Estos últimos fueron quienes comenzaron a difundir el apredizaje de la txalaparta, creando escuelas e incorporando importantes novedades para el futuro desarrollo de la txapalarta.

La técnica que utilizaban los primeros diferenciaba claramente el papel que cada txalapartari desempeñaba delante de los tablones: "Uno era el orden, mientras el otro era el que se dedicaba a crear la tensión y romper el ritmo". Funciones que rompieron los hermanos Artze y Beltran, quienes dieron mayor libertad a los músicos, incrementando así las posibilidades del instrumento.

Práctica y técnica

Después de esta primera introducción, llegó la hora de las explicaciones más técnicas: los ritmos, los grafismos y el papel de cada tocador. Lo mejor, según los asistentes, fue el momento de la práctica. Divididos en tres grupos, los participantes comenzaron a experimentar en sus propias carnes un instrumento que, en general, dejó buen sabor de boca a todos los que se acercaron el fin de semana hasta Hecho.

Al menos, así lo comentaron Igor Sáenz y Eduardo Miguel. Dos logroñeses que ante sus amigos intentaban extraer algún sonido "coherente" a la txalaparta.

"Parece sencillo, comienzas a llevar el ritmo con el cuerpo, pero cuando llega la hora de pegar a la tabla, al final te pierdes y no sale nada de nada", reconoció Igor Sáenz.

A pesar de que ellos acudieron a las dos sesiones del taller, Eduardo Miguel comentó que resulta dificil compenetrarse. "Yo creo que me doy por vencido, es la primer y última vez que lo intento", aseguró.

Entre lo que más les llamó la atención, como a casi todos, se encontraba el sonido de la txalaparta de piedra. "Más parece un xilofón que una txalaparta", apuntó.

Mucha compenetración

Con Igor Otxoa, en una zona distinta se encontraba Cristina Soriano, una zaragoza amante de la percusión que sólo pudo participar en el taller del sábado. Pese a su poca práctica, se la vió con destreza.

"Todo lo relacionado con la percusión me gusta mucho y aunque no había tocado nunca la txalaparta tampoco me ha resultado muy difícil", comentó la zaragozana.

Eso sí, reconoció que para mantener el ritmo hace falta "mucha práctica y compenetración".