POR

ADRIANA OLIVEROS

Como canta Serrat, hoy puede ser un gran día . Y ayer lo fue. También para el cantautor, que revivió su 50% zaragozano como uno de los cinco galardonados de las medallas de oro de Santa Isabel de Portugal de la DPZ, junto al radiofónico escritor Miguel Mena; al responsable de la Cámara de Comercio, Manuel Teruel; al catedrático Guillermo Fatás; y al primer presidente de la propia diputación en la era democrática, Gaspar Castellanos. Para ser loados ellos y glosadas sus existencias, se dieron cita todos en la iglesia de Santa Isabel (también de Portugal y vulgo San Cayetano). La tarde transcurrió muy ceremonial, con sus maceros y diputados luciendo banda. No faltó casi nadie. En primeras filas, el presidente de Aragón, Marcelino Iglesias, el de las Cortes, Francisco Pina, el Justicia, Fernando García Vicente, el delegado, Javier Fernández López, y consejeros como Arguilé y la nueva de Sanidad, Luisa Noeno. Junto a ella, el presidente de la Audiencia, Pérez Legasa, el del TSJA, Zubiri, el fiscal jefe, Rivera, y el subdelegado, Rubio. Y repartidos, los consistoriales, Pastor, Gallego, Pérez Anadón y Gaspar, el diputado Chesús Bernal, el director de la Feria, José Antonio Vicente, y el catedrático Eloy Fernández Clemente. Y algunos rostros del culturerío, como el galerista Pepe Rebollo, los escritores Luis Alegre y Mariano Gistaín, el periodista Plácido Díez...

Con el presidente de la DPZ, Javier Lambán, y sus vices, Acero, Labena y Martín Llanas, en la cabecera transcurrió el evento solemne. Mucho más que los agradecimientos de los galardonados. Cercanos. Emocionados. Como el de Mena, que fotografió una Zaragoza "de carreteras secundarias", que conoce y que ama, en la que se siente un "hijo aceptado". O Teruel, que ratificó su compromiso con las comarcas y con la tierra a la que llegó desde Santa Eulalia del Campo. Recordó Fatás su trayectoria en la Institución Fernando el Católico. Y Castellanos esta DPZ preautonómica que fue su "casa" a la que le brindó "años de trabajo". Joan Manuel Serrat dedicó el premio a su madre, su mitad de Belchite llamada Angeles Teresa. Recordando sus orígenes, puso música a sus palabras. Música que fue una jota: "Por la mañana rocío, al mediodía calor, por la tarde un suspiro. No quiero ser labrador".