Pocas veces se tiene ocasión de escuchar a un exsecretario de Estado de Infraestructuras del Ministerio de Fomento hablar de que un proyecto millonario en Zaragoza fue «casi un empeño personal». Así lo asegura quien estaba en el puesto a la hora de apostar por poner un Cercanías en la capital aragonesa, el aragonés Víctor Morlán, que diez años más tarde y retirado de la vida política, explica para EL PERIÓDICO cómo se fraguó la línea Casetas-Miraflores, los avatares de una inversión millonaria y cómo hoy valora el resultado obtenido. Con una conclusión que tampoco se suele dar cuando se asiste en vivo desde el sillón de su despacho ministerial en el paseo de la Castellana: «Si no funciona mejor es porque algo haríamos mal».

Morlán asegura que el ministro José Blanco «creyó siempre en mi criterio», respaldó en todo momento su apuesta, «pese a que no se veía muy claro desde Renfe porque aseguraban que no habría mucho tráfico ni mucha demanda». Pero el concepto con el que nacía este proyecto no era el de construir una macrorred sino que «sería un germen sobre el que empezar a crecer en años posteriores».

No todo vale

Incluso, a su juicio, quizá ese primer paso ahora sería lo que a él no le dio tiempo a terminar. «Solo nos quedó por hacer la parada en Tenor Fleta», afirma, ya que, según explica, los técnicos estuvieron analizando durante mucho tiempo dónde localizar la terminal y se llegaron a barajar dos enclaves distintos. «Cuando se decidió ya era tarde».

Cualquiera podría pensar en cómo un aragonés de Huesca que pone tanto empeño en llevar a su tierra el cercanías, no se le ocurre incluir en su apuesta la propia capital altoaragonesa. Una conexión con muchas frecuencias que favorecería el flujo de viajeros y visitantes aprovechando un tranporte de alta capacidad con parada en el centro de ambas ciudades. Pero Morlán responde a eso que «lo complicado de una línea como esta no es implantarla, lo realmente caro es mantenerla funcionando con unas frecuencias diarias que se sabe que, salvo en tramos horarios concretos, no se va a dar casi uso. Para este tipo de demanda ya están los regionales y la media distancia, que debe adaptarse a las necesidades del servicio».

Aviso para navegantes, ya que Aragón está intentando ampliar la red, ahora con una nueva modalidad como el tren-tram, y según la visión del oscense, no todas las conexiones valen cuando se trata de invertir el dinero público. «Para poner algo en práctica hay que tener datos sobre la necesidad, porque si no se gasta el dinero para nada», expone. En el 2008, admite que la suya «igual era una idea un poco romántica» pero siempre pensó que «se iría ampliando poco a poco» y los resultados irían a más de forma progresiva.

También tiene una espinita clavada con la estación de Goya. No pudo estrenarla en el 2008 porque había en marcha la construcción de la línea del tranvía que lo desbarató todo. Para no levantar dos veces la avenida, esta terminal se tuvo que estrenar en el 2012. Pero lo más doloroso es que siendo otro Gobierno quien le inauguró, el del PP con la ministra Ana Pastor, «ni siquiera me invitaron». «Aunque yo sí que estuve en el estreno, como un viajero más, viendo el resultado de nuestro trabajo», añade.

Hoy, diez años después, su mejor recuerdo no está en el 2008, en la inauguración oficial de la línea. «Me ilusiono cuando las cosas están lanzadas. Cuando están hechas ya solo pienso en mi deseo de que la gente lo use», concluye.