Rafael M. C. era empleado de una empresa de seguridad, según la información a la que ha tenido acceso este diario. Aunque no ha trascendido cuál era su categoría laboral, resulta sorprendente que un hombre con antecedentes penales y con una personalidad psicótica, que no sabe controlar sus impulsos y con conductas antisociales (según la sentencia que le condenó por asesinato en 1995) pueda formar parte de una empresa de estas características. La ley dice que para ser vigilante es necesario poseer el graduado escolar y carecer de antecedentes penales.