El exlíder de Unió Democràtica de Catalunya y exsecretario general de la coalición Convergència i Unió presentó ayer en Zaragoza sus memorias políticas, El riesgo de la verdad, en las que repasa toda su trayectoria hasta que hace tres años abandonó la primera línea.

-¿Cómo analiza el resultado de las elecciones generales para España y Cataluña?

-Se ha optado por una cierta moderación y eso es bueno, hace falta un poco de sosiego. Indiscuiblemente Pedro Sánchez ha de ser presidente y el PSOE el que gobierne, otra cosa es que pueda conseguir la estabilidad que necesita España para afrontar sus problemas, que van más allá de Cataluña o el modelo territorial, también son económicos.

-Si se consigue la estabilidad, ¿El PSOE puede solucionar el problema catalán?

-Se puede y se debe empezar a dialogar, pero no va a ser fácil encontrar una solución a un problema que tiene como foco al independentismo. Este ha de tener claro que ningún Gobierno va a permitir ejercer la autodeterminación, y el Gobierno tendrá que entender que una gran mayoría de catalanes pide algunos ajustes.

-¿La situación en Cataluña es tan apocalíptica como la pintan?

-No. Lo que ocurre en Cataluña es que hay un Gobierno que no gobierna, se dedica a la gesticulación, y Torra es el caso más significativo. La sociedad está dividida, yo considero que en tres partes, porque hay algunos entre los que me incluyo que no compartimos ni el pensamiento de los independentistas ni el de los antiindependentistas. No es una situación insostenible, pero es un problema. Antes de la reconciliación con España debe producirse la de Cataluña.

-¿Qué responsabilidad se achaca en el auge del independentismo en sus años con responsabilidad política?

-Yo no he sido, ni seré independendista, entre otras cosas porque soy de Huesca, de Alcampell, y como tal no soy ajeno a España. Tampoco desde mi condición de catalán, asumida después, ni por motivos racionales. En mi responsabilidad está no darme cuenta de que alguien estaba trabajando por el independentismo.

-¿Entonces le sorprendió la deriva de la política catalana?

-El que me sorprendió fue (Artur) Mas. Puigdemont siempre fue independentista, en ese sentido es coherente, siempre tuvo esa vena daliniana, por decir algo amable. Pero Mas no, creo que fue ese entorno joven que le asesoraba el que siempre trabajó para ello.

-¿Ese ‘trabajo’ incluye el supuesto adoctrinamiento escolar?

-Con eso no estoy de acuerdo en absoluto. Aunque alguna cuestión se pueda corregir, no comparto que todo el sistema educativo haya contribuido. Fíjese que en las manifestaciones hay mucha gente mayor, que se educó antes, y hay jóvenes, como mis hijas, no independentistas.

-Ya sabe que en Aragón el tema de la ‘Corona Catalanoaragonesa’ escuece...

-También hablo de eso en el libro. Era la Corona de Aragón, otra cosa es que algunos de sus reyes fueran catalanes. Recuerdo un aniversario del Archivo de la Corona al que Pujol me envió como representante, creo que estaba Marcelino (Iglesias) como presidente de la DGA, y sugirió que hubiese una doble capitalidad con Zaragoza. Creo que era una propuesta acertada y no se aceptó, también cometimos errores.

-Como aragonés de origen y catalán, ¿cómo ve las relaciones entre las dos comunidades?

-Es manifiesta y necesariamente mejorable, porque tenemos mucho pasado, presente y futuro juntos. Tenemos que poner en marcha iniciativas, yo he participado en la plataforma de Mequinenza que pensamos retomar.

-¿Declaraciones como las de Javier Lambán y otros líderes autonómicos poniéndose en guardia contra los privilegios a Cataluña dificultan la distensión?

-No siempre he comprendido las declaraciones de Lambán, pero tampoco le haría responsable de una mala praxis política.

-¿Ve reversible la situación con el sentimiento independentista?

-La política ha de estar guiada por el sentimiento, pero también por la razón, y la función del político es buscar ese equilibrio. En los últimos tiempos se han subido al caballo del sentimiento y han creado un bucle del que es difícil salir. Lo primero es racionalizar y buscar el diálogo, transaccionar.

-¿Con más cesión de competencias o fondos se pueden calmar los ánimos cuando este es uno de los argumentos habituales de la derecha?

-Pero ¿qué competencias tiene Cataluña que no tenga Aragón, por ejemplo? ¿Prisiones y los Mossos? No es un problema de competencias, la sentencia del Constitucional del Estatut, por ejemplo, daba margen al desarrollo de otras, que no se usó. El problema es la crisis económica, que deja como secuela el populismo. En el Reino Unido se culpa a Europa, y en Cataluña, a España. ¿Recuerda el España nos roba? Pues antes, gobernando con el PP tras la sentencia del Constitucional, recuerdo, culpábamos a ERC de la situación, por mala gestión. Y Mas tuvo manifestaciones en su casa y tuvo que entrar en helicóptero al Parlament, y entonces llegó la crisis y el problema era España. Hay que recordar que cuando Puigdemont opta por la declaración unilateral de independencia estaba dispuesto a convocar elecciones, y fue ERC la que le presiona. Y ahora ERC parece el mal menor. Que lo es.

-Siendo así, ¿con la recuperación económica puede llegar la solución, aun con posturas tan enquistadas?

-Yo veo dos problemas fundamentales. El primero, que hay en Cataluña dos partidos independentistas que se miran de reojo para que el otro no les acuse de traidores a la causa, y lo mismo en España con los partidos de derechas. Y otro, que hay un dirigente, Puigdemont, que tiene muchas horas libres en Waterloo para pensar en hacer daño.

-Antes, después o durante la negociación habrá una sentencia del ‘procés’. ¿Usted aboga por el indulto?

-Lo que no contemplo es que tras una sentencia condenatoria a los dirigentes de ERC, que la habrá, podamos pensar en normalizar la situación negociando con ellos en la cárcel. Una posibilidad de administrar esto, políticamente, es el indulto. Pero es la mía.