"Nos sentimos apoyados por los compañeros y los sindicatos, pero desvalidos y temerosos con los mandos. ¿Cómo puede ser que con más policías en Madrid que en la visita del Papa pasara lo que pasó?". Manuel (nombre supuesto), agente zaragozano de la Unidad de Intervención Policial (UIP) que vivió en primera persona los incidentes del pasado 22-M en Madrid, no tiene dudas de que hubo errores de coordinación en el operativo, porque estuvo cerca de ser víctima de ellos. Pero parece dolerle más la incomprensión social hacia la labor de los antidisturbios, que defiende como "necesaria" para proteger a la sociedad de los violentos.

"Al final, en los medios aparecemos cargando, pero eso es lo último que hacemos, en contadas ocasiones. Pocas veces se ve lo que ha tenido que pasar antes para que se llegue a eso, lo que se ha tenido que aguantar", explica. "Sientes tristeza y rabia cuando ves que los políticos y muchos ciudadanos no condenan estos ataques. Y cualquier día habrá un agente muerto", advierte.

OPERATIVO Según explica, para el dispositivo de Madrid acudieron 35 grupos de la UIP de toda España, con unos 39 agentes por grupo. "Se sabía que iba a ser un día conflictivo, y aún así ocurrió lo que ocurrió", lamenta. En el briefing previo al despliegue los mandos ya les advirtieron que se contuvieran, porque había observadores internacionales.

"A nosotros nos tocó en Génova --la sede del PP--, con otros agentes sevillanos en un extremo de la calle y malagueños en otro. Nosotros estábamos en el núcleo. En un momento dado vimos que se lió, aunque la carga iba evolucionando hacia Recoletos. Vimos volar las primeras piedras, cómo levantaban vallas. Pero nos mandaron avanzar hacia los límites del altercado en fila de a dos solo con escudos", explica. "Nos enviaron a la boca del lobo sin material", concluye.

Por eso, en un patente error de coordinación, cuando llegaron al lugar les ordenaron acudir como apoyo, y enviaron a otra unidad mejor pertrechada.

"Nosotros no oímos los mensajes de radio de "aguantad", aunque somos conscientes de que se dieron a otras unidades. Vimos a los compañeros en evidente inferioridad numérica, huyendo. Lo que pasó después, viéndose tan acorralados, creo que es lo menos que pudo pasar. No hay más que ver los cascos abollados, que pueden aguantar balazos, o los chalecos apuñalados. Podría haber muerto alguien", explica.

"Al menos esperemos que sirva para que esto no vuelva a ocurrir", confía Manuel. "Pero los grupos son más violentos, y se organizan mejor, con tácticas de guerrilla urbana que solo se habían visto en la kale borroka", advierte. "Cuando la gente se queja de que hay mucha presencia policial, no tiene en cuenta que manejamos información que ellos no tienen, colaboramos con fuerzas de Información que nos advierten de qué se espera", explica.

El agente también lamenta la falta de medios con los que cuentan, como escudos endebles o fundas de pistola sin sistemas para evitar una caída o robo.