El alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve, acudía ayer al número 2 de la calle Peña Oroel para constatar cómo les ha cambiado la vida a sus diez vecinos las obras de rehabilitación que, solo con un ascensor y mejoras de eficiencia energética, parecen niños con zapatos nuevos. «Lo único que puedo decir es que estoy contento con la obra y con el ascensor, encantado. Vivo en el bajo pero llevaba muy mal bajar las cuatro escaleras que tengo. En una palabra, que estoy contentísmo (sic)», celebraba José Martín.

Él era solo uno de los diez habitantes de este inmueble de Balsas de Ebro Viejo que se ha convertido en pionero con unas obras de rehabilitación urbana que Santisteve había puesto en su agenda para visitar en esta ronda de vender gestión a pie de calle en la que ha convertido su calendario. La conclusión, que con casi seis millones en ayudas se ha logrado en cuatro años ayudar a 764 familias y acometer actuaciones valoradas en 13,6 millones. Esta solo ha requerido de 310.202 euros. Aunque, como apostillaba la presidenta del distrito, la socialista Lola Ranera, no ha sido ZeC quien ha puesto el dinero en el presupuesto. Un lapsus, quizá.

Solo con ver las caras de felicidad que ha dejado tras de sí, ya están amortizado ese dinero. José María García, presidente de la comunidad, destacaba que «estas obras son importantes para la gente mayor porque hay muchas escaleras y este ascensor les da facilidades para bajar a la calle. Y sobre todo subir».

Ese ascensor, instalado en la fachada exterior, es como un pasaporte al siglo XXI, sobre todo para los mayores. «Con más de 75 años estamos la mitad», explicaba. Han estado «seis o siete meses de obras» y dos años esperando a verlas. «Animo a todos los vecinos a que hagan la obra porque es una mejora extraordinaria. Que no tengan miedo al dinero. Estamos pagando 165 euros con la escalera y devolver el préstamo», decía Jesús Espinosa a quienes alegan «tener una pensión pequeña». Y los pisos se revalorizan, «de 40.000 a 90.000 euros».