La violencia machista ha golpeado con dureza a miles de mujeres durante el confinamiento, según confirman las cifras de las instituciones oficiales que se van conociendo poco a poco. Las llamadas a socorro al 010 han aumentado un 50% en los primeros meses del año si se comparan con los datos del 2019. El Instituto Aragonés de la Mujer (IAM) registró 78 denuncias por agresión sexual de enero a septiembre de este año y una rebaja en la edad media tanto de los agresores (el 38 % son menores) como de sus víctimas. Y han pasado de 7.305 avisos en el 2018, 7.768 en el 2019 a los 8.701 que han recibido en lo que va de 2020. En la actualidad, según los casos registrados en el sistema VioGén en las tres provincias. Actualmente hay activos 1506 mujeres con seguimiento activo, que se dividen en 1094 en la provincia de Zaragoza, 282 en la de Huesca y 130 en la de Teruel.

La situación de confinamiento ha empeorado muchos casos larvados. La presidenta de la asociación Somos Más (que afortunadamente pudo superar su situación de malos tratos) es gráfica a la hora de describir las situaciones que se han visto obligadas a atender. «Al encerrarte en una jaula con un león nunca sales bien parada», asegura la portavoz de la entidad, Natalia Morlas. Sin embargo, se produce una paradoja significativa. Las denuncias en este periodo de tiempo han disminuido. El propio IAM destaca que en el primer semestre del 18 tramitaron 1920 y que el pasado año, en el mismo periodo, se enfrentaron a 2.000 de ellas. Algo que contrasta con las 1.555 recibidas este año.

FALTA DE SENSIBILIDAD / Los abogados consideran que esta situación se debe a una mala interpretación de las normas del confinamiento y, en cierto modo, a la falta de sensibilidad de la administración a la hora de enfrentarse a estas realidades. Por provincias, de las denuncias presentadas en el IAM en los últimos meses se ha determinado 113 órdenes de protección en Huesca; 43 en Teruel y 258 en Zaragoza.

«El confinamiento ha sido muy duro», destaca Morlas. Al comienzo de esos meses se lanzó un mensaje de calma, porque muchas entidades dejaron de recibir avisos de ayuda. Pero aquello solo fue un espejismo. «En realidad las víctimas estaban encerradas con sus maltratadores», asegura. El teléfono 24 horas de atención que ofrece el IAM también muestra un claro reflejo de esta realidad de indefensión a la que se han enfrentado las víctimas de la violencia machista en los últimos meses.

Las circunstancias han sido muy variadas. Pero todas tienen un punto común: desaparecieron los momentos en los que estar alejadas de los verdugos. Las horas de trabajo fuera de casa se convirtieron en teletrabajo. Los momentos en los que llevar a los hijos al colegio desaparecieron, igual que las visitas a familiares o amistades. Con el paso de las semanas las peticiones de ayuda a policías, asociaciones y entidades se multiplicaron. Somos, por ejemplo, tiene en marcha un servicio de ayuda con WhatsApp que se publicitó a través de las redes, garantizando el anonimato.

«Al recibir estos mensajes siempre hemos animado a denunciar, pero sabemos que es un proceso muy duro», destacó. Algo que confirman desde la abogacía, pues implica un cambio radical en la vida, ya que suele llevar al divorcio y en algunos casos está asociado a la pérdida de la seguridad económica.

SIN PERFIL / La pandemia ha demostrado de nuevo que no existe un perfil de víctimas. Los hábitos de la sociedad cambiaron, pero la realidad del maltrato se ha mantenido. «Hemos aportado en lo posible nuestro apoyo jurídico y moral», destacan desde la asociación. Algunas mujeres gracias a Somos Más pudieron abandonar en esos meses su domicilio y ahora están «rehaciendo su vida». En el IAM las llamadas para recabar atención laboral han pasado de las 2.893 del 2019 a las 3.850 de este periodo de pandemia.

«Cuando estás encerrada con un maltratador nunca sales bien parada, día y noche 24 horas, con los hijos delante, suponen un factor de riesgo muy importante», insiste Morlas. Por eso son claras de cara sobre lo que pueda pasar en los próximos meses. Con el aumento de la movilidad «las aguas han vuelto a su cauce», pero todavía existen profesiones que no han vuelto a sus centros de trabajo multiplicando las posibilidades de violencia derivadas de la convivencia.

Por eso las entidades de víctimas piden que se «escuchen» las necesidades de las mujeres cuando se redacten las normas. «Afectan de forma directa a nuestra vida y la de nuestros hijos», afirman. «No tenemos afán de protagonismo, pero tenemos mucho que decir porque nosotras y nuestros hijos lo hemos vivido en nuestras carnes», relatan. Por eso quieren que se tenga en cuenta que existe una modalidad d e «violencia institucional» que se presenta de forma más sutil en sus relaciones personales, pero que también ofrece muchos motivos de dolor.

La unidad a la hora de afrontar estos procesos es «fundamental». También es necesario garantizar que existen servicios como las asesorías que ofrecen las administraciones públicas o los ayuntamientos. Es el último refugio cuando el resto de opciones han desaparecido de la vista.