Después de la batalla legal y política que se vivió por el derribo de la factoría Averly, en Zaragoza, al promotor Neurbe (del Grupo Brial) le ha surgido otro frente. Esta vez es el de los vecinos del entorno de la antigua fundición, que residen en las calles Borao y Trovador, contiguas a la parcela que lleva casi un año siendo un solar y donde la empresa pretende construir 200 viviendas. Ayer se reunieron en el centro cívico Delicias representantes de los colectivos vecinales del barrio que apoyan las «300 alegaciones» que se han presentado en el ayuntamiento contra el plan especial, que se encuentra en fase de análisis de su texto refundido. Todas ellas dirigidas a poner de manifiesto que la propuesta, con bloques de pisos que llegarían a las 16 alturas, «presenta irregularidades» porque «se vulnera la legalidad del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU)».

La altura es clave en esta reacción vecinal que llegará «hasta donde haga falta». Porque aseguran que la normativa que rige la edificación solo le permitiría llegar a las siete plantas, no 16 como se contempla en el plan, con varios bloques que, resaltaron, supondrá «una mole» que les robará toda la luz del día. Sus casas «se van a quedar fuera del nivel mínimo de habitabilidad planteando una edificación inadecuada y fuera de planificación».

«Vivimos en casas centenarias y nos vamos a ver obligados a marcharnos si alguien no para esta atrocidad», añadieron. Junto a las asociaciones estuvieron los afectados. Uno de ellos, Joaquín, comparaba la situación con «la película Up». «No nos queda otra que ceger nuestras casas con globos y llevárnoslas de ahí», explicó, al tiempo que añadía que lo del derribo «ya pasó, es un solar, pero el problema es otro».

«Han talado el arbolado que había y han derribado esa maravilla que teníamos que era Averly», remarcó Margarita Iriarte, otra vecina, quien añadió que va a «vivir acorralada si nos quitan el sol». «La idea que llevan es preparar un panteón para que algunas personas se hagan ricas a costa de los vecinos», apuntó Jesús Júlvez, presidente de la comunidad de Trovador, 17. «Nos va a condicionar la salud», añadió Mari Carmen Mulet.

Llevan décadas allí viviendo y confían en que se frene el proyecto tal y como está concebido para que no sea tan agresivo con sus viviendas. «Pedimos que se cumpla la ley», resaltaron todos, dispuestos según afirmaron a llegar a los tribunales si el consistorio no les escucha. «Es el primer caso de gentrificación de libro que se está operando en Zaragoza», apuntaron. Además, los vecinos reclaman un vial directo con la calle Escrivá de Balaguer, una salida que ahora no tendría.