Miguel Gracia, presidente de la Diputación Provincial de Huesca (DPH) y alcalde Arén, en la Ribagorza, es un experto en despoblación sin necesidad de haberla estudiado. Le basta con recorrer a diario la provincia oscense, en cualquiera de sus viajes oficiales, para percatarse, con solo mirar por la ventanilla del coche, de que atraviesa un territorio con grandes extensiones vacías o apenas habitadas. Pero él no se desanima. Piensa que a este problema hay que plantarle cara y, también, desdramatizarlo.

—¿Para qué debería servir la cumbre sobre despoblación que se celebra hoy en Zaragoza?

—Se trata de trabajar, sobre todo, en el coste de la dispersión y del envejecimiento. Pienso que una cumbre de varias comunidades con el mismo problema debe servir como lobi frente al Gobierno central. Las comunidades autónomas tienen más poder que los miles de ayuntamientos que hay en España.

--Recientemente se reunió en Madrid con la comisionada frente al Despoblación Rural. ¿Qué finalidad tenía ese encuentro?

—La comisionada llamó a cuatro o cinco diputaciones que estamos en todos los foros de despoblación, las más activas y con modelos distintos de territorio, Jaén, Soria, Cáceres… Deseaba saber qué iniciativas hemos tomado ya en los territorios en materia de despoblación

--¿A qué se debe que Huesca no haya dejado de perder habitantes desde 1900, cuando vivían unas 245.000 personas?

—Una de las referencias que hacemos en el documento entregado a la comisionada es la ley de 1906 del Gobierno central, elabora para favorecer a la agricultura y al mundo rural por el problema que ya generaba el abandono del territorio. Después se producen acontecimientos como la industrialización y el problema de la falta de ideas sobre cómo actuar en la ruralidad. La realidad de hoy es que conseguir sujetar a la gente al territorio nos cuesta mucho. Por eso se trataba de poner encima de la mesa los planteamientos que había que abordar, con dos conceptos fundamentales, uno es el mapa del territorio despoblado. Se trata de facilitar datos sobre pirámide poblacional, escuelas, feminidad, descenso poblacional de los últimos diez años… El segundo elemento clave es el término ruralidad. La visión de una ruralidad agrarista y ganadera hay que abandonarla. Nosotros consideramos que la ruralidad no es agrarista y de que tiene un papel de sostenibilidad importantísimo. El medio ambiente tiene que ser la nueva ruralidad y la gran apuesta. El hombre en el territorio es un elemento clave para aguantar el territorio. No solo es cultivar y producir, el concepto ha de ser el de sostenibilidad.

—¿Pero cómo es posible que Huesca siga perdiendo habitantes si ya tiene tan pocos?

—Por el propio envejecimiento de determinadas zonas. Hay un problema de pirámide población en algunas zonas donde hace años que no hay nacimientos y con una actividad económica que se ciñe a la agricultura y la ganadería, con un alto envejecimiento. Pero también es dramático que vayan perdiendo población y vecinos, o aguantando levemente, cabeceras comarcales importantes. Eso se debe a que, al perder residentes los pueblos e ir desapareciendo, no existe una emigración hacia las cabeceras, que es lo que las ha mantenido.

—¿No habría que acabar con que mucha gente trabaje en Huesca capital sin dejar su residencia en Zaragoza?

—Evidentemente. Es algo que también afecta, es un grave problema pues muchos servicios de profesores y médicos, entre otros profesionales, no se arraigan en el territorio y desconocen su realidad. Y entre las medidas urgentes habría que aplicar incentivos económicos o de otro tipo a los profesionales que se instalen en el territorio. Se trata de que los prestadores de servicio residan donde ejercen su función.

—Se oyen muchas quejas porque hay partes a las que llega con muchas dificultades internet y la telefonía fija y móvil.

—Pienso que es uno de los más graves problemas que tenemos. Hay dos cuestiones de primer orden: la vivienda y el trabajo. Y en el trabajo la herramienta de internet es clave. Para traer a los pueblos parejas jóvenes con niños es crucial poder conectarse al mundo en su actividad.

—¿De qué herramientas disponen las zonas desfavorecidas para frenar la despoblación?

—Un concepto clave es la igualdad de coste de los servicios. Tiene que haber criterios flexibles, compensaciones por el transporte dentro del territorio, la asistencia a domicilio o la teleasistencia. Habría que establecer un coste más bajo para los habitantes rurales, que ya pagan más por otros servicios para los que tienen que ir a la ciudad, como la enseñanza media o superior o la sanidad. Pienso que los ayuntamientos deberíamos tener una capacidad impositiva de figuras que determinaran los gobiernos y que cada municipio pudiera aplicar autonomamente en segundas residencias, por disponibilidad de servicios y por el coste de los espacios naturales protegidos, que afectan al desarrollo y lo limitan. También habría que crear figuras discriminatorias que permitieran crear un mínimo mercado de viviendas.

—La fiscalidad ¿castiga mucho al mundo rural?

—Por ejemplo, en las zonas desfavorecidas, el IVA del lujo no tiene sentido. Un 4x4 no es un lujo. Y para la reforma de viviendas en poblaciones que están muriendo hay que dejarlas exentas del IVA o rebajarlo, pues ahora no se arreglan las casas. Ya solo valen las ayudas en forma de exenciones. No optar por pagar toda la Seguridad Social y después bonificar, sino no pagarla. O el IVA, no pagarlo todo, sino pagar solo una parte. No son cuestiones complicadas y legislativamente irían bien.