"Entré en esta secta en el año 92 a raíz de la muerte de uno de mis mejores amigos. Sufrí una crisis existencial, no entendía nada y necesitaba ayuda. Entonces la organización era una comunidad evangélica, no tenía rasgos de secta. Nada hacía pensar que las cosas acabaran así".

Así explica su experiencia este zaragozano, de nombre supuesto Luis, que prefiere permanecer en el anonimato. Este exadepto perteneció a la secta durante seis años. Allí vivió las contradicciones de una organización que predicaba el amor a Dios mientras se castigaba con el abandono, el descrédito y la humillación a las personas que eran críticas al líder, que ha manejado con mano férrea los devenires del grupo. "Cuando éramos evangelistas ya tomaba las decisiones y gestionaba la economía. Tanto es así que dejó su trabajo en Zaragoza, se marchó a Levante y cobraba su salario directamente de la comunidad que fundamos".

Luis cuenta que por aquellos años nada les diferenciaba de cualquier grupo evangélico hasta que en un momento dado la comunidad dio un giro hacia el judaísmo. Este gurú introdujo el folclore y las costumbres judías, y decidió enviar a una de sus hijas a Israel para aprender hebreo y, a su vuelta, enseñárselo a los demás adeptos. Todos los gastos los pagó la comunidad. Del empeño en expandir esta lengua nada se supo.

Por aquel entonces, las cuentas ya no le cuadraban a Luis: "Todos pagábamos lo que denominábamos un diezmo. De ahí se cubrían los gastos, la compra de local y el sueldo del líder, que no dejaba de aumentar".

Tampoco Luis estaba de acuerdo en el giro religioso que la organización estaba dando y ante las dudas y críticas que expuso el líder no tardó en neutralizarle. "A cualquier persona que estuviera en desacuerdo con él le cortaba rápidamente. Eliminaba en seguida cualquier indicio de debate interno". Luis poco a poco fue abriendo los ojos. Vio que el control de este líder era total, conocía todos los aspectos personales e íntimos a través de las denominadas Revisiones de Vida y los utilizaba a su antojo para conseguir más poder.

La salida de la secta para Luis fue difícil y traumática. "Por aquel entonces se estaba debatiendo la necesidad de circuncidarse e introducir gran parte del ritual judío. Yo cada vez estaba más a disgusto y me fui".

Fueron muchas cosas las que tuvo que dejar atrás: amistades, sentimientos... Todo por una causa religiosa que, paradójicamente, hablaba del amor entre los seres humanos. "Nadie me presionó para que me quedará pero rompieron totalmente el vínculo que tenían conmigo. Yo estaba mal visto y esto a la larga me dejó secuelas". Luis se vio en la necesidad de pasar por el psicólogo, dejaba a muchas personas queridas que por el control del líder le dieron la espalda.

"Antes de marcharme éramos en Zaragoza unos veinte adeptos, algunos de ellos permanecieron. Todos dejaron de hablarme y me ignoraron por completo", apunta.

Luis ha estado muy atento a lo que ha acontecido estos días, las detenciones y los registros: "No me extraña nada, es la secuencia lógica de una secta destructiva. Yo tuve suerte de salirme antes de que todo aquello se radicalizara hasta ese extremo, pero aun así es la experiencias que más me ha marcado en la vida".

La operación efectuada por la Guardia Civil estos días le ha hecho recordar a sus antiguos compañeros. "Me dan mucha pena todos ellos, y pienso en el gran esfuerzo que tendrán que hacer para recomponer sus vidas".

Sin embargo mira con optimismo su futuro: "He rehecho totalmente mi vida gracias a mi actual pareja a la que agradezco su comprensión y apoyo incondicional".