Juan (nombre ficticio) es un agente de la Unidad de Intervención Policial (UIP) de Zaragoza, que está acuartelada en Barbastro para desplazarse diariamente a Cataluña, por lo general a Lérida, a intervenir en dispositivos de seguridad por los disturbios. Con experiencia en los desatados hace dos años, con el referéndum ilegal del 1 de octubre, Juan considera que la situación «es mucho peor que en el 2017, por intensidad y por duración. No fue ni de lejos esto, ahora hay mucha más violencia, desde el lunes no han parado», cuenta.

Hasta ahora, al menos, ningún agente de las unidades zaragozanas, desplazadas en su totalidad a este operativo, ha resultado herido. Aunque han tenido que lidiar con situaciones complicadas. «Es una batalla campal. Bueno, batalla no, porque no hay resistencia por nuestra parte. Se dedican a destrozar el mobiliario y hacer barricadas, nos lanzan de todo, desde adoquines a pinturas, pasando por huevos», explica.

El trabajo es el que es, pero las condiciones no están ayudando. El alojamiento no es precisamente lujoso, cuenta, y lo que peor llevan es «la falta de previsión y planificación, está siendo bastante caótico. No es solo que dobles turnos, es que no te avisan. Una noche te acuestas a la 1.00 horas y a las 5.00 ya estás arriba, y luego malcomes de bocadillo en la furgoneta, y cenas parecido», lamenta.

La situación no es mucho mejor entre la Guardia Civil, según fuentes consultadas, sin ni siquiera chalecos antibalas para cada agente y con exiguas dietas que apenas llegan para pagar la comida.