La socióloga Cristina Monge presenta hoy a las 19.30 horas en la librería Cálamo de Zaragoza su libro 15-M: Un movimiento político para democratizar la sociedad. En la obra se analizan las propuestas que desde las plazas abrieron «un nuevo ciclo en la política española» hace ya seis años.

-¿Dónde se encuentra el caudal político del 15-M seis años después de su irrupción en las plazas de las principales ciudades españolas?

-Lo cierto es que la pregunta a formularse sería ¿dónde no está? Si entendemos el 15-M como un estallido de gente en las calles es necesario reconocer que solo duró poco más de un mes, aunque luego mutara en las mareas y otras iniciativas. El clamor inicial de la movilización duró lo que duran los movimientos sociales cuando salen a la calle. Pero otra cosa es analizar los impactos que aquello generó. El 15-M hace seis años inauguró un nuevo ciclo en la política española. Una segunda transición que se diferencia de la primera en que entonces el énfasis estaba en lo institucional y ahora se ha concretado en una llamada a la movilización para construir democracia. Es decir: el sistema viejo se ha caído y para reconstruirlo hay que modificar muchos aspectos institucionales, pero también remover las entrañas de la sociedad. Muchos de los participantes en el 15-M reconocen que en aquel momento descubrieron la potencia de la acción colectiva.

-¿Se han terminado los «procesos de implicación social» o todavía existen cauces de participación sin explorar?

-Estamos todavía en plena transición. Esto se ve claro en el sistema de partidos, que ha saltado por los aires. Y aún no se puede decir que tengamos un nuevo sistema, pues lo actual no se ha consolidado. Y podría suceder que esto ya sea así para siempre. También se nota en el funcionamiento económico, con numerosos proyectos novedosos de colaboración que todavía se encuentran con el problema de la escala. La economía innovadora aún no es capaz de plantear una alternativa. Y se podría seguir poniendo ejemplos. Para entender lo que pasa hoy es necesario volver la vista atrás. Hace seis años se sembró el germen de muchas cosas que marcan este periodo de transición.

-¿Los partidos creados tras el 15-M han acabado con el propio movimiento?

-Todos los movimientos sociales de la historia han seguido el mismo proceso. Primero toman las calles y luego entran en las instituciones. Es normal que desde el movimiento social se pase a las instituciones. Es un síntoma de salud democrática. Pero es cierto que en ese momento tienen que asumir otras reglas que les quitan frescura y agilidad. Otra cosa sería que esto generara una contradicción importante. El principal reto aquí en España es tener una sociedad lo suficientemente activa y democrática que permita mantener la salud política.

-En la obra se detallan las principales peticiones de cada una de las acampadas. ¿Considera que gran parte de las mismas han sido asumidas por los grandes partidos?

-En las plazas se generó todo un movimiento de cuestionamiento de los partidos tradicionales que les ha llevado a una situación de convulsión en la mayoría de ellos. Es curioso observar en las entrevistas a muchos de los representantes políticos que aparecen en el libro cómo achacan directamente al 15-M muchos de sus nuevos planteamientos internos. Sin duda lo que se dijo en las plazas ha salpicado al conjunto de la sociedad.

-Ya hay una generación de jóvenes que no participó ni vivió el 15-M... ¿heredarán los procesos de participación que se crearon entonces o deberán crear nuevos marcos?

-El 15-M formuló las preguntas que inauguran esta nueva transición. Pero las respuestas aún tenemos que encontrarlas. Quizá le corresponda a esta nueva generación. Tienen que sumarse a lo que está en marcha. Todo está en permanente actualización y en permanente cambio, especialmente en los modelos de participación.

-¿Comparte la apreciación de que en España se ha frenado el auge de la ultraderecha gracias a la politización del 15-M?

-No en exclusiva. Es la propia sociología de la sociedad la que hace difícil el crecimiento de esos perfiles. De hecho, en el PP está incluida gran parte de la derecha. Pero es verdad que la irrupción del 15-M, aunque no se definiera como un movimiento de izquierda, ha cuestionado el modelo surgido de la crisis con una perspectiva progresista.