El paraje de La Escupidera, en el tramo final de ascenso a Monte Perdido, es el lugar del Pirineo aragonés, y de toda la comunidad, donde se registran más rescates y accidentes de montaña, en su inmensa mayoría mortales. Más de medio centenar de escaladores han encontrado la muerte en esta especie de tobogán que, cuando se encuentra cubierto de nieve helada, gran parte del año, se convierte en una trampa mortal, según datos de la campaña Montañas Seguras.

«Es sin duda el lugar más peligroso del Pirineo aragonés», subraya Luis Masgrau, presidente de la Federación Aragonesa de Montañismo (FAM). «Este pasillo está ladeado, con una salida hacia la izquierda, de tal forma que si alguien pierde pie y se desliza sin control por la pendiente cae a un profundo precipicio, sin salvación posible», explica. De hecho, el propio nombre de este tramo, La Escupidera, indica que «escupe» literalmente al montañero al vacío, continúa Masgrau.

Otro enclave pirenaico tristemente famoso por el riesgo que reviste es el glaciar del Aneto, en cuya travesía han muerto o resultado heridos numerosos aficionados a las cumbres. A menudo, en la caída, los escaladores se producen lesiones en las extremidades con los crampones de sus botas.

El glaciar del Aneto, según recoge la página web de la FAM, «exige» llevar material para nieve (piolet y crampones), saber utilizarlo y conocer las técnicas de progresión. «En cuanto la nieve se va aparece el hielo», advierte, así que en la ruta normal de ascenso al Aneto por cualquiera de sus vertientes siempre aparecerá uno de esos dos elementos. Estos consejos también se aplican a La Escupidera.

Los barrancos del Prepirineo y del Pirineo son asimismo puntos donde se producen numerosas intervenciones de los equipos de rescate de la Guardia Civil de montaña. Los accidentes suelen registrarse al realizar saltos, pero también existe el riesgo de que los barranquistas se vean sorprendidos por súbitas crecidas del nivel del río o, más comúnmente, que se produzcan torceduras y esguinces en esos escarpados desfiladeros.

Masgrau recuerda además el riesgo de aludes como uno de los mayores peligros al que se enfrentan los montañeros. Quizá no se produzcan en los lugares catalogados como de mayor riesgo, pero sus consecuencias suelen ser muy graves.

Este es el caso de la avalancha que acabó con la vida de cinco excursionistas vascos en enero del año 1995 en la ruta de ascenso desde el embalse de La Sarra, en Sallent, al refugio de Respomuso. O el alud de Tuca de Paderna (valle de Benasque), que arrolló a los componentes de una unidad militar de montaña y mató a nueve hombres en 1991.

El presidente de la Federación Aragonesa de Montañismo considera que la senda de los Cazadores, en Ordesa, «no puede calificarse de punto negro pese a la gran afluencia de senderistas». La Guardia Civil acude con relativa frecuencia a esta zona debido a que se producen a menudo caídas de mayor o menor gravedad debido a que el camino salva un fuerte desnivel entre la pradera de acceso al parque nacional y el mirador de Calcilarruego.

De hecho, los responsables del enclave natural han establecido que la senda de los Cazadores no puede recorrerse al atardecer ni por la noche, dado que la falta de luz favorece las caídas y hace más posible que los senderistas se desorienten.

Otro punto en el que son frecuentes los salvamentos es el pico de Balaitus, en Sallent de Gállego. Pero, curiosamente, algunos lugares considerados peligrosos, como las clavijas de Cotatuero, en Ordesa, o el paso de Mahoma, en el Aneto, no generan muchas intervenciones de auxilio. La causa, apuntan los expertos, es que solo los montañeros muy preparados se atreven a abordarlos.